NUESTRO embajador en Viena, José Pons, me ha pedido desde este diario que pida perdón o me excuse "por haber escrito barbaridades sin fundamento" respecto a Odyssey, como que sacaron del Mediterráneo el tesoro submarino que resultó ser de la fragata Mercedes. Dónde estuviera el barco expoliado resultó irrelevante para el juez de Tampa (Florida), pero por el bien de la paz pido excusas y me conformo con la inmerecida honrilla de haber destapado la noticia.

Pons afirma que ya es hora de que España pida responsabilidades a Inglaterra. Hace dos años era subdirector general para Europa occidental y Norteamérica en Exteriores y gestionó que Londres entregara la licencia de exportación, vía Gibraltar (y exenta de impuestos), en la que Odyssey mentía descaradamente, estimando el valor de la carga en cuatro millones de dólares. Al día siguiente, en Tampa, la carga valía presuntamente 500 millones de dólares. No se pidió responsabilidades al Reino Unido y tampoco se obtuvo la correspondiente licencia de ingreso de la carga en EEUU. Ahora Pons se atreve incluso a acusar a Inglaterra de haber guardado el tesoro de Odyssey en dependencias militares de Gibraltar. Esto, que afirmé en su momento, apoyándome en el testimonio de uno de los conductores que trasladó el tesoro a los túneles de la Roca, fue desmentido por el Ministerio de Defensa inglés y el Gobierno español no hizo protesta alguna al respecto. Lo que Pons escribe revela, a mi entender, que no fue él quien frenó la investigación: me disculpo, por tanto, si entiende que le acusé de ello. Si Pons tiene razón, y se la concedo porque sería absurdo que tirara piedras contra sí mismo, es que alguien le frenó. ¿Quién pudo ser? Por encima de él, en el Ministerio de Exteriores, sólo había una persona: Moratinos. O fue éste, o su inmediato y único superior, Zapatero. No olvidemos que entonces el primer ministro inglés era Blair. Y los amigos son para siempre.