SOBREPASADO por el fútbol, José Mourinho parece haber decidido echarse al monte e ir preparando su salida del Real Madrid y del fútbol español. Caducada, por vista y mentirosa, la argumentación del ytú más, al entrenador portugués se le termina el cuaderno azul de las excusas, toda vez que el del fútbol aún no lo ha abierto. O no lo tiene.

Quizá inspirado por Maquiavelo, Florentino Pérez ligó a Mourinho al Real Madrid con el único fin de un resultado. Y con ese único fin le entregó el club, dando patadas al balón cada vez más lejos, creyendo que nunca volvería a encontrarse con él, sino con trofeos. Pero, al fin, por más que la patada fuese más larga y la venda en los ojos más tupida, el balón siempre estaba allí. A Mourinho, en el año y medio largo que lleva en el Real Madrid, se le ha consentido lo que ningún club profesional ha permitido a nadie en el fútbol español, se le ha justificado lo injustificable, al punto de arrastrar la imagen de un club centenario.

Y todo sin hablar de fútbol, porque el portugués siempre, a lo largo de toda su carrera, lo ha eludido. Instalado en un lateral, le han sostenido los títulos, que los ha ganado, pero no el fútbol, no un estilo con el que se pueda estar o no de acuerdo. Mourinho nunca ha tenido una propuesta de fútbol, siempre ha tenido una contra. Nunca un argumento, siempre una comparación. Nunca un nosotros en la victoria, siempre un yo. Nunca un yo en la derrota, siempre un ellos que no sean los míos.

Lejos del resultado -aún le queda la posibilidad de Liga y Champions-, la espoleta ha sido la imagen, la falta de ella, la carencia de argumentos, la ausencia de fútbol. Dijo Kennedy que se puede mentir a todos durante un tiempo o a algunos siempre, pero no a todos todo el tiempo. Concluido el ciclo, parece que Mourinho se echa al monte.