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SE ha anunciado oficialmente que Mariano Rajoy no comparecerá para explicar lo que está haciendo su Gobierno hasta febrero. Desde que le leyó a la prensa los nombres de sus ministros no ha creído conveniente decir ni mu y así piensa seguir hasta dentro de cuatro semanas. En boca cerrada no entran moscas, pensará.

Ni entran moscas ni se explicita la contradicción entre lo que se dijo que se iba a hacer y lo que se ha hecho. Hay un abismo, en efecto, entre mantener desde la oposición la tesis de que subir los impuestos es empobrecer a los ciudadanos y, por tanto, aplazar la reactivación económica y aprobar ya en el Gobierno un hachazo fiscal propio de la socialdemocracia más tradicional. Qué digo desde la oposición: incluso en su discurso de investidura repitió que no planeaba aumentar la presión al bolsillo de los españoles.

El hábito perverso de no contestar a los periodistas como presidente del PP y candidato a presidente de España, que no tenía un pase, parece que se ha apoderado de Rajoy incluso cuando ya dirige el Gobierno, algo que resulta impresentable e irresponsable. Como si no hubiera cosas que explicar, como si no hubiera adoptado medidas ciertamente excepcionales y basándose en que la situación del país es excepcional, como proclamó este jueves por encargo suyo la escudera Soraya Sáenz de Santamaría.

Se va a producir la paradoja de que el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, a quien Rajoy va a recibir próximamente, se enterará antes que los españoles de los análisis y planes del Gobierno español. Ni ruedas de prensa, ni entrevista en la televisión que prefiera ni comparecencia en el Congreso de los Diputados, el órgano en el que reside la soberanía popular. Nada de nada hasta febrero, después de asistir a su primera cumbre europea que, además, va a ser informal.

Tenemos un presidente voluntariamente mudo. No es el suyo un perfil bajo, sino un perfil de desaparecido, que manda a sus subalternos a lidiar el toro más complicado y encarga a otros -sobre todo, a otra- la triste misión de anunciar las malas noticias. Porque si malo es exprimir a los contribuyentes con el IBI o un IRPF que se pone para muchos a niveles de modelo escandinavo, tanto o más lo es que el siguiente Consejo de Ministros no haya sido capaz de ofrecer a la opinión pública, que esperaba compensaciones, más que un plan de lucha contra el fraude fiscal que prevé menos ingresos que el vigente o una vaga petición de informes sobre lo que se han embolsado los ejecutivos bancarios. En resumen, anuncios de cosas que se van a hacer y ya veremos con qué resultados.

No sé cómo reaccionarán los españoles ante el mutismo de Rajoy. Los mercados financieros reaccionaron pronto, y para mal.

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