La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Muerte de Manchester a Egipto

El mismo mal asesina a niños y jóvenes ingleses que asisten a un concierto pop y a peregrinos coptos

Veintiocho cristianos coptos, entre ellos varios niños, fueron asesinados ayer en Egipto mientras se dirigían al monasterio de San Samuel. En diciembre, un terrorista suicida asesinó a 29 en una iglesia de El Cairo. El Domingo de Ramos fueron asesinados 48 tras el ataque a dos iglesias en Alejandría y Tanta. El Jueves Santo un adolescente fue degollado en Qai. Asesinándolos en grupo o buscándolos casa por casa para decapitarlos, quemarlos vivos o tirotearlos, el martirio de los coptos no cesa. Y esto no tiene que ver sólo con el actual brote de terrorismo islamista global que asesina por igual en Egipto o en Manchester, ni es sólo consecuencia de las políticas coloniales o de los errores estratégicos occidentales en Oriente Medio. Estos y otros factores han sido leños que han alimentado un fuego prendido hace trece siglos.

Los cristianos coptos, cuyo origen se remonta al año 42 después de Cristo, han sido perseguidos desde que en el año 640 el califa Omar invadió Egipto en la primera gran oleada de expansión del Islam. Se quiera reconocer o no, lo que sucede ahora no es ni una excepción ni una novedad, sino una constante en el islamismo. Con épocas mejores o peores -es decir: menos o más agresivamente expansivas y fanáticas-, pero sin dar nunca tregua. El origen del actual fundamentalismo islámico está en 1979 con el triunfo de Jomeini (aplaudido con entusiasmo por la izquierda europea) y la invasión soviética de Afganistán, que motivó el inmenso error del apoyo estadounidense al mulá Omar y los muyahidines: ambos representaron el regreso de un fanatismo que trajo a la segunda mitad del siglo XX y las dos primeras décadas del XXI una violencia de inspiración religiosa que, con distintas manifestaciones según los tiempos, tiene sus raíces en el siglo VII.

La imposición de una religión por las armas y el asesinato de quien profesa otra o se desvía heréticamente de la propia son males que han afectado tanto al cristianismo como al islamismo, pero que únicamente perdura en determinados sectores del Islam. Sólo una combinación de presión armada externa que les ponga freno y de evolución interna que por convencimiento les aleje de la violencia impositiva y la interpretación literal de los textos hará posible que dejen atrás estas actitudes fanáticas y asesinas que traen lo peor de la Edad Media al siglo XXI. Ojalá suceda antes de que sea demasiado tarde. Aunque no lo creo.

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