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Juan Ruesga Navarro

Museos y desarrollo

EN los últimos tiempos se ha comentado y escrito mucho sobre las grandes obras de arquitectura como motores de desarrollo de las ciudades, como los palacios de congresos, grandes teatros y auditorios, y en especial los museos, que han alcanzado un protagonismo tanto como instituciones culturales como por ser, en algunos casos, edificaciones espectaculares. Ha llegado a incorporarse al lenguaje coloquial el término "efecto Guggenheim", en referencia al tirón de desarrollo sobre Bilbao del conocido museo. Se han descalificado estas construcciones, tachándolas de "faraónicas", aludiendo a su tamaño y costo. Siempre me ha llamado la atención ese término usado despectivamente. No creo que se pueda sentir mejor que la raza humana ha llegado a cimas creativas, que ante las pirámides de Gizeh, el teatro de Epidauro, el Coliseo de Roma o la basílica de San Pedro del Vaticano.

En los tiempos que corren, con las medidas de austeridad en los presupuestos públicos, puede parecer que ha pasado definitivamente la época de los grandes proyectos. Puede que así sea, si pensamos a corto plazo, pero instituciones culturales como los museos deben seguir planteándose como necesarias. Y un museo, tal como se concibe en la actualidad, no es una institución barata ni tiene un programa funcional sencillo. Hay ejemplos de magnífica arquitectura que rompen con el discurso de la espectacularidad e incorporan el discurso histórico en la propia edificación. Como el Neues Museum de Berlín, destruido durante la Segunda Guerra Mundial y ahora reconstruido y reabierto en 2009, con un extraordinario proyecto del arquitecto británico David Chipperfield. Una gran casa de la cultura, fiel a su historia, desde la cual nos saluda en toda su belleza la inmortal Nefertiti. No es éste el único caso de museos para un nuevo tiempo. Pensemos también en la nueva instalación expositiva habilitada en las naves de la Punta della Dogana de Venecia, restauradas por el arquitecto japonés Tadao Ando, una de las figuras del final del siglo XX. Ciudades como Berlín, Venecia, Roma, con el nuevo museo MAXXI, diseñado por la iraquí Zaha Hadid, mantienen la renovación y puesta al día de sus infraestructuras museísticas.

Cada día con más urgencia, en Sevilla tenemos pendiente la renovación y ampliación de nuestros museos. Y aquí vuelve a aparecer lo que alguna vez he llamado el manto de Penélope. El museo de Bellas Artes embarranca una y otra vez en el debate: ampliación o renovación, o las dos cosas; en la misma parcela o con el palacio de Monsalves. Se redactan proyectos o eso dicen. Pasan gobiernos en Madrid y en la Junta. Pasan alcaldes. Y el museo de Bellas Artes permanece igual. ¿Y el Museo Arqueológico? Aquí sabemos, que, después de muchos años, hay un proyecto. Pero las últimas noticias que conocemos son que no hay obra. Al menos por ahora. Del Museo de Artes y Costumbres Populares hablaremos otro día. Una cuestión es cambiar la dinámica del gasto público y otra bien distinta es entrar en una línea de falta de horizontes en el desarrollo de una ciudad.

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