la ciudad y los días

Carlos Colón

Navajas en 'botellonas' e institutos

MILES de jóvenes (por su edad) gamberros (por su comportamiento) estuvieron fuera de control durante la celebración de la botellona en la que murió apuñalado un chico de 23 años. Cuando leí la noticia publicada por el compañero Fernández Pérez Ávila no podía dar crédito: "En unos informes internos de la Policía Local los agentes revelan que la situación estuvo fuera de control durante prácticamente toda la tarde y la noche. Sólo 18 policías trabajaron en la Cartuja entre las dos de la tarde y las nueve de la noche del viernes. Ni la Jefatura de la Policía Local ni el Centro de Coordinación Operativa del Ayuntamiento tenían previsto un dispositivo acorde a la magnitud del evento, que congregó a más de 6.000 personas".

Imprevisión municipal, por una parte. Gamberrismo, por otro. Salvajadas que van mucho más allá del gamberrismo, por otro más. Y las siniestras convocatorias a través de la red que lo mismo sirven para derribar un régimen dictatorial que para convocar a miles de gamberros a una botellona. "No hay un solicitante u organizador al que poder perseguir", ha dicho el alcalde. La fuerza del número, de la que se puede esperar lo mejor, cuando se trata de ciudadanos dignos de tal nombre, o lo peor, cuando degenera en chusma. La impunidad del anonimato, que nunca augura nada bueno. Y el estado de las cosas: pérdida de los valores de la mediterraneidad e importación de los peores comportamientos del peor momento americano.

Entre estos valores perdidos está la educación para el placer en la tradición racional y medida del epicureísmo. No nos metamos en otros valores más exigentes, por más ascéticos o más comprometidos, ligados a las creencias o las ideologías. Epicuro bastaría. Pero, ¿quién le va a estas criaturas, no ya con Cristo o Marx, sino con Epicuro? Están sabiamente inducidos justo en sentido contrario por las fuerzas más poderosas de su entorno. Las familias han perdido el control, a los educadores se lo han quitado los pedagogos y los planes de estudio que han malparido, y la autoridad no puede ni quiere enfrentarse a ellos.

La base de la democracia es la educación de los ciudadanos. Cuando la segunda se debilita, la primera se degrada. Si la autoridad que descuida la educación hace lo mismo con la seguridad, el caos está servido. En la botellona o en el instituto de Mairena del Aljarafe, en el que un menor ha sido apuñalado. ¿Ni allí están seguros nuestros hijos? Como escribía el compañero Juan Luis Pavón, "la democracia no puede sobrevivir en una sociedad que se autodestruye en el descontrol y que se empeña en huir de sus responsabilidades".

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