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La ciudad y los días

Carlos Colón

Negar relativizando

SE ha reunido en Londres la Conferencia Internacional de Lucha contra el Antisemitismo, fenómeno desgraciadamente en auge con pretexto -esta vez- antisionista; y por ello, a diferencia del pasado antisemitismo religioso y del racial nazifascista, asumido ahora en muchos casos por la izquierda más o menos radical bajo la capa de oposición al imperialismo yanqui-sionista. 120 hombres de leyes y políticos europeos, aunque también han participado representantes de Estados Unidos, Canadá o Argentina, han abordado en la sede del Parlamento Británico las más urgentes cuestiones con relación a este mal que no sólo afecta a los judíos: cuando se lucha contra una forma de racismo se lucha contra todas. Entre estos 120 participantes había un representante del PP, el portavoz del Grupo Popular en la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados, Ignacio Cosidó, y ninguno del PSOE o del Gobierno. Pero esta es otra cuestión que, quién sabe, a lo peor tiene que ver con unas recientes declaraciones de Albert Boadella: "Te enfrentas a cualquiera de los tabúes progres y ya la tienes organizada. Te tildarán de facha automáticamente. Dices hoy que te parece que Israel tiene sus razones y se te cae el pelo".

Una de las aberraciones que está trayendo esta nueva forma de antisemitismo es la reedición del negacionismo (tachar de falsedad histórica el Holocausto) en una nueva versión relativista: la actuación de Israel en la cuestión palestina sería semejante a la de los nazis. Ya saben, las repugnantes pancartas en las que se iguala la Estrella de David y la cruz gamada. Además de tratarse de una mentira que encubre una realidad opuesta -son los palestinos y muchos islamistas quienes han jurado exterminar Israel-, relativiza el Holocausto al compararlo con otras acciones que, por muy condenables que puedan ser, no guardan relación alguna con lo que históricamente fue y representa el Holocausto.

Como ha escrito Reyes Mate en La singularidad del Holocausto, el genocidio judío no es un medio, sino un fin: no se les mataba por razones políticas, ni como resultado de una explotación económica, sino por el hecho de haber nacido judíos; siendo la primera vez que un Estado decide eliminar a un grupo humano en su totalidad, poniendo a disposición todos los medios técnicos. O como escribió Hannah Arendt en su célebre ensayo sobre la banalidad del mal: cuando Hitler ordena la Solución Final -la eliminación de todos los judíos- "aparece un nuevo crimen, el crimen contra la humanidad, en el sentido de crimen contra el estatus del ser humano, contra la esencia misma de la humanidad".

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