Dentro de la fiebre de laicismo que nos invade y con la Navidad celebrándose sin apenas presencia ornamental del auténtico motivo de existir, el Niño Dios, hay algo que ha ido cobrando tintes trascendentales. Es la importancia informativa que se le da a cuestiones de cofradías y así como ya parece normal ver cómo entra la Macarena en Campana mientras damos cuenta de unas sardinas en el chiringuito playero, lo que pudieran parecer pelillerías del día a día pasan a la categoría de capitales. Y así, por ejemplo, a los cambios en los martillos de la Macarena se le da una importancia en los papeles digna de un fichaje futbolístico. La noticia de que a Antonio Santiago le desalojaban del martillo de la Madre de Dios ocupa un espacio periodístico que ni a soñar cuando durante el nacional-catolicismo esto no hubiera superado siquiera el nivel de chisme en barra de bar.