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¡Oh, Fabio!

Luis / Sánchez-Moliní

Noches del 94

MUCHAS noches del 94 las pasamos pegados al transistor. Llegábamos de arrasar con los canapés y las copas de champaña de las soirée de la Cité Universitaire y poníamos el boletín informativo de Radio Exterior de España para asistir, tumbados en la cama, a cómo se desmoronaba el prestigio del Felipismo debido a un estado de corrupción generalizado. Luego, por la mañana, si sobraba el dinero, leíamos algún periódico importado en el Boulevard Saint Michel y comprobábamos en la primera plana que, definitivamente, la España socialista se había convertido en un país de nuevos ricos aficionados a revolcarse en charcos de billetes. Aquello era París y aquello era la inocente juventud, y creíamos que estábamos ante un fenómeno pasajero, ante la concreta codicia de unos progres reconvertidos de la noche a la mañana en los nuevos señoritos del cortijo ibérico. Todo acabaría, imaginábamos, el día que los desalojásemos del poder.

Veintidós años después, mientras desayunamos, el boletín de Radio Nacional empieza a dar los primeros titulares sobre los registros en el Ayuntamiento de Granada por una posible corruptela urbanística y la detención de su alcalde, el popular y veterano José Torres Hurtado. Ya no estamos en París y ahora nos tratan de usted en las tiendas, por lo que hace tiempo que hemos comprendido que la corrupción, lejos de ser un fenómeno que afecte en exclusiva a un partido en concreto, es algo consustancial al poder político, social y económico; un demonio de mil caretas que un día se llama Roldán y al siguiente Bárcenas, pero que siempre se sienta en las mejores butacas del gran teatro del mundo. Por lo tanto, sólo hay una manera de luchar contra esta lacra que tantos recursos distrae y tantas inocencias desgarra: la existencia de instituciones democráticas continuamente renovadas sumadas a mecanismos de supervisión independientes y bien dotados de medios y personal.

Se engañan los cuadros del PP cuando piensan que sus bases le seguirán votando eternamente pese a los continuos escándalos de corrupción. La carcoma ya ha empezado a devorar la base de su pirámide de población y sus juventudes están huyendo en masa hacia Ciudadanos, la formación que los cachorros del centro derecha sociológico ven como alternativa a un partido que conserva todavía amplias cotas de poder, pero cuyo pulso se agota lenta e inexorablemente.

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