Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Normalidad

NOS hemos acostumbrado a ganar la Copa Davis que nos olvidamos de lo que supone realmente ese logro deportivo y también de lo que conlleva ese éxito como imagen de un país y de una cadena pública ante el resto del mundo. Extasiados con el juego de los tenistas españoles, pájaras en el dobles aparte, tal vez se nos empaña a los ojos de la costumbre el notable trabajo de realización de TVE y, en especial, la calidad de la retransmisión en HD, con la gozada de las imágenes a cámara lenta. Nos hemos olvidado que hace apenas un puñado de años los partidos de tenis se solventaban con un par de cámaras y una narración visual monótona y previsible. Y para colmo las raquetas españolas perdían más de lo deseábamos en aquellos maratones.

Los jugadones de Nadal y Ferrer nos despistaban este fin de semana del despliegue de TVE por cubrir con mucho más que dignidad los momentos de descanso. A falta de publicidad fueron bien recibidas las imágenes captadas en la intimidad de los equipos, los momentos atrapados a las aficiones o las entrevistas a personajes fichados en las gradas. Sí, aparecía en los paneles el nombre de Madrid, pero no hubo espectador que no se diera cuenta de que la Davis se vivía en Sevilla. Estábamos tan concentrados en el juego que los comentarios de Nacho Calvo y Tomás Carbonell, de Xavi Díaz y Rosana Romero, sonaban como lluvia, como telón simpático, vibrante y sin pifias de pecado capital que anotar en su casillero. El título de la Davis se festejó con un halo de tradición, de reiteración, de esperada fiesta tras la emoción. Fue un canto al esfuerzo, al pundonor. En la pista y en la propia TVE. Un abrazo a lo cotidiano, a la normalidad de lo bien hecho. A unas banderas nacionales que se jalean con el orgullo de sentirnos españoles. No, no crean que al cabo de los años todo eso ha sido tan fácil de conseguir.

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