La tribuna

Rafael Rodriguez Prieto

Obama: entre el sueño y la realidad

EN las tiendas América del aeropuerto nacional de Washington ya han puesto en la puerta los retratos, a tamaño natural, de los dos candidatos a presidente. Estos establecimientos venden una gran variedad de cachivaches relacionados con la iconografía de EE.UU. Prácticamente se puede encontrar de todo; desde la corbata de las barras y estrellas, hasta el peluche Tio Sam para los bebés más aplicados en el asunto del patriotismo, que para alguno es el último refugio del los indeseables. Habría que ver qué tipo de patriotismo y en qué forma se ejerce. Lo cierto es que las banderas son un objeto muy socorrido para tapar abusos, injusticias sociales e ineficiencias de todo tipo. Pero volvamos a las primarias difuntas.

Hacía semanas que estaba claro que Barack Obama iba a ser el elegido. Sólo los muy fanáticos de Hillary u Obama estaban intranquilos por el resultado final. Mi amiga Elizabeth, ferviente seguidora de Obama, aún no lo tenía claro y contaba los superdelegados que se pronunciaban a favor de su candidato, sin olvidar, ni un día, ponerse su chapa pro-Obama.

Pero la televisión estaba desesperada. A falta de reverendos poniendo en evidencia a sus hijos pródigos, las primarias se estaban poniendo demasiado pesadas y McCain no da mucho juego. Ese señor, delante de una tribuna, parece más un viudo buscando novia en el hogar del pensionista que un candidato a la presidencia de EE.UU. dando un discurso.

Pero al fin, oficialmente, habemus candidato. Obama es un político serio, curtido en los movimientos sociales de Chicago. Como ya hemos dicho en otras ocasiones, cuenta con un movimiento social muy organizado y eficaz que ha sido clave en su elección. Obama transmite esperanza y posibilidad de cambio a una sociedad machacada por ocho años de gobierno republicano y décadas de fortalecimiento del poder de las grandes empresas privadas en detrimento de los ciudadanos. Aunque el periodo de Bush ha sido muy criticado en este país (especialmente por la corrupción), recordemos que Clinton no fue tan maravilloso como se nos presenta. En sus ocho años no se apartó de la línea belicista en el exterior de sus predecesores (Reagan o Bush padre), permitió la concentración empresarial y eliminó derechos sociales. El sentimiento en la sociedad es de que es preciso un cambio, por eso Obama batirá a McCain sin problemas, salvo hecatombe.

El trabajo de Obama como presidente será ímprobo. Tendrá que hacer que EE.UU. sea un país de ciudadanos, más que de consumidores. Un Estado que responda a las necesidades de la población en general, no de las corporaciones o de los ciudadanos inmensamente ricos. Es un mito que en EE.UU. no exista intervencionismo estatal. Lo hay, pero a favor de las rentas altas y las multinacionales. ¿Será capaz Obama de realizar las reformas que permitan a EE.UU. parecerse a lo mejor de la identidad europea (la sanidad, la educación y las pensiones públicas)? Ni idea. Parece difícil, pero ésas son las reivindicaciones que, constantemente, expresan los ciudadanos de la mayoritaria clase media y trabajadora. Sin embargo, Obama tiene que luchar contra un mito que corroe las entrañas de esta sociedad: el sueño americano.

Paradójicamente, la elección de un negro puede reforzar ese mito, justo lo contrario lo que EE.UU. necesita. ¿Por qué hacen faltan derechos sociales, si cualquiera trabajando duro puede llegar a lo que quiera, presidente de EE.UU., por ejemplo? Este pensamiento distingue una clara línea entre ganadores y perdedores. La realidad es que los ganadores son un grupo muy reducido de personas privilegiadas, los perdedores un colectivo muy amplio, mientras la clase media, que no sabe bien lo que es, no para de pagar facturas por todo.

¿Y Hillary? Pues movilizando a los medios afines para que Obama la coloque como vicepresidenta. Hoy un periódico de Washington anunciaba que muchas mujeres demócratas se verían muy decepcionadas si Oabama no la eligiera para ese puesto. Se expresaba así un argumento que la propia Hillary usó a la desesperada: la misoginia. No le recomendamos a Obama que elija a Hillary. Lleva demasiado equipaje y puede restar más que sumar. Si impera el sentido común, le acompañará un político blanco, mayor y, probablemente, del sur. Tampoco sería mala elección Nancy Pelosi, la portavoz demócrata en la Cámara de Representantes.

Mientras, gran parte del país observa desde sus televisores las finales del la NBA, donde Gasol ha comenzado haciendo un papel excepcional. En el descanso bajo a comprar frutos secos al supermercado de la esquina que abre 24 horas. La persona que te atiende es mayor y en Europa estaría en casa cobrando su pensión. Aquí carece de jubilación y debe trabajar para pagar un carísimo seguro médico.

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