La ciudad y los días

Carlos Colón

Obedecer para obedecerse

JOSÉ Antonio Marina ha escrito que el niño tiene que aprender a obedecer porque así aprenderá a obedecerse. Lo importante de esta afirmación, que comparto, es que obedecerse a uno mismo equivale a autocontrolarse, actuar en conciencia, saber elegir en libertad, ser responsable de los actos y todo aquello que está en la base de la moral judeocristiana y de la ética ilustrada. En su famoso ¿Qué es la Ilustración? escribía Kant: "La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad… La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin la dirección de otro". Ese servirse del propio entendimiento es el obedecerse de Marina. Y obedecerse es someter tanto las pasiones irracionales como la maldad o el egoísmo nacidos del cálculo a una ética razonada e interiorizada, hasta que se cumpla el ideal kantiano: "Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio".

En las antípodas de este proyecto está la crisis educativa que incapacita a tantos para servirse de su propio entendimiento y la consiguiente crisis de valores que genera patologías como la del maltrato a los padres, que estos días tanto está dando que hablar. Hace ya tres años se llamaba la atención sobre el fenómeno que el psicólogo Vicente Garrido llamó síndrome del Emperador -el despotismo y la violencia familiar de los adolescentes- al conocerse que la Fiscalía General del Estado había admitido 6.000 denuncias de padres y madres maltratados por sus hijos y se habían abierto 2.683 diligencias, cifra que multiplicaba por seis las hasta entonces conocidas. Ahora se hace público que en los dos últimos años los casos de padres maltratados por sus hijos se han duplicado, hasta alcanzar las 5.201 diligencias.

A esto se une el aumento de los delitos contra las relaciones familiares, que en 2009 crecieron un 24%. Me pregunto si además de la crisis educativa y de valores no jugarán un papel relevante el desamor que se manifiesta en la eliminación de los fetos, el abandono de los ancianos o la ruptura cada vez más temprana de las parejas con hijos (la ruptura sin hijos es una cuestión emocional que sólo concierne a la pareja, la ruptura con hijos afecta a inocentes sobre los que tiene efectos traumáticos). Las tres son situaciones de violencia -emocional en el caso de los ancianos y los hijos de parejas rotas, también física en el del aborto- que quizá alimenten ese clima de malos tratos que tan gravemente -padres entre sí, hijos contra padres o padres contra hijos- afecta a la familia.

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