Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Operación de Estado

El AVE con Madrid es el único lujo que se le ha permitido a Sevilla en el último cuarto de siglo

El AVE es el único lujo que se le ha permitido a Sevilla en el último cuarto de siglo. El resto de las infraestructuras que se hicieron para la Exposición Universal de 1992 han quedado obsoletas y necesitadas de urgente renovación. Pero la línea de alta velocidad con Madrid sigue cumpliendo a la perfección la función para la que fue creada en abril de ese año, que ahora, con la perspectiva que da el paso del tiempo, adquiere una importancia trascedental. El AVE está estos días de cumpleaños y ello obliga a echar la vista atrás y reconocer que dentro de la importante operación de Estado que supuso la organización y celebración del certamen, la puesta en marcha del tren constituye su capítulo mejor resuelto y casi el único del que la ciudad ha podido sacar un rendimiento continuado. La cercanía efectiva y real con Madrid sólo ha traído beneficios, que se traducen, entre otras cosas, en un intercambio empresarial constante y en la llegada de un flujo de turistas que ha cambiado la realidad de este sector en Sevilla. De hecho, una vez comprobado en los años noventa el rendimiento que se le podía sacar a la alta velocidad ferroviaria su consecución se convirtió en la principal reivindicación de todo tipo de ciudades que querían repetir el éxito de Sevilla. Y así seguimos.

Que el AVE enfilara hacia el sur antes de hacerlo al norte es quizás la principal iniciativa política que se ha tomado en la historia reciente de España para vertebrar el país e intentar compensar, siquiera parcialmente, los desajustes que trajo el modelo territorial que se impuso desde el final del siglo XIX y prácticamente todo el XX, según el cual había que concentrar las inversiones de desarrollo en el triángulo formado por Madrid, Barcelona y Bilbao, mientras que el resto del país era condenado a ser una sociedad ruralizada, sin acceso a la industrialización ni a las grandes obras de infraestructura.

Con la puesta en marcha de la Expo y del AVE -ahora no entenderíamos la una sin el otro- el Gobierno de Felipe González, con un sevillano en la presidencia y otro en la vicepresidencia, emprendió la tarea de integrar el sur en el resto del Estado. El objetivo, que pasado el tiempo todavía está lejos de consecución, era romper con el modelo italiano que se traduce en un abismo de bienestar entre las regiones que están de Roma hacia la punta de la bota con respecto a las que se sitúan entre la capital y los Alpes. Aquí a finales del siglo XX la situación era esa hasta extremos incluso mayores que los de ahora. En infraestructuras y en equipamientos ciudadanos, desde sanitarios a educativos, seguro. Otra cosa es que los índices de renta o de empleo del sur de España se hayan acercado a la media nacional en los niveles que serían exigibles.

Lo que consiguió el Estado con la puesta en marcha hace 25 años del AVE a Sevilla hay que mirarlo en esa perspectiva. Una línea de ferrocarril, por potente que sea, no es capaz de cambiar una situación adversa que tiene siglos. Pero de lo que no cabe duda es que fue el mejor paso que se dio en la dirección correcta. Del legado de la Expo habría mucho que hablar y, sobre todo, de cómo se desaprovechó por las propias incapacidades de la ciudad para utilizar las escasas palancas de desarrollo que se le han presentado. El AVE es la excepción. Al poner Madrid a poco más de dos horas nos permitió recoger algo, un poco, del enorme dinamismo del que empezaba a hacer gala en aquellos años la capital del Estado. Todo lo que trajo el AVE, insistimos, fue bueno y los sevillanos tenemos motivos sobrados para celebrar su 25 cumpleaños. Pero no bastaba. Las operaciones de Estado como ésta tienen que tener continuidad en otros campos. En Sevilla, el resto se quedó sin completar.

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