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Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

Pablito

SON impertinentes, irritantes. Es lo que tiene mezclar politiqueo con Barrio Sésamo: arroja una fiesta de fin de curso de esas con las que se carcajean los abuelos y se desconcierta a los extraños. De antemano se sospechaba que tras 26 J.Quiero gobernar se escondía la cara maligna de los gallifantes, la osadía de los pequeños convertida en descaro forzado y en alusiones troqueladas. Ana Rosa Quintana se metía en el aula del plató como en una piscina, buscando la frescura, pero estas intervenciones infantiles forman más bien una alberca calentorra. De toda la cuadrilla de este remedo de Menuda noche escolar han querido destacar a un tal Pablito, que por ahora se ha disfrazado de Pablo Iglesias y de Albert Rivera, soltando preguntas de memorieta. En realidad quien se esconde dentro de la criatura es Rajoy. No se puede ser más repelente Vicente y estar tan despeluchado y acartonado.

Telecinco, que en materia política y electoral siempre prefiere ir en retaguardia, porque para eso esta no es su guerra, ha querido animar la ancha campaña con un Juego de niños que ni sorprende como entretenimiento, ni perfora como espacio de entrevistas. El formato frankenstein que ha levantado Cuarzo como un recortable ya está ahí, para que en otro día aparezcan Belén Esteban, Mila Ximénez o Malú y protagonicen un Mi clase es la tuya. Entre la malaje de Bertín Osborne y la de Pablito nos quedamos con el menor, pero por puro respeto hacia los niños, que no tienen la culpa de que los pongan ahí.

También en estas noches electorales ha querido entrar Susanna Griso. Con los políticos lo de Dos días y una noche gana en interés, porque la matinal es especialista en sacar declaraciones y no sinceridades divertidas. De la charla con Pablo Iglesias, pese a la indigestión que tenemos ya de coletas, salieron algunas frases potables (y supimos que el padre barajó bautizarle con el nombre de Espartaco, toma ya). Aunque le quiera inyectar picardía y naturalidad, Susanna resbala por lo reiterativo hasta caer en una sosería que no puede esquivar.

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