Dicen que un pesimista suele ser un realista bien informado y sin dármelas de estar a todo el tanto de las cosas, el pesimismo me invade sin que haya ningún 155 que lo impida. La fractura social es tan grande en Cataluña que cualquiera sabe a qué nivel va a llegar la toma de la calle por esos independentistas que tanto ruido han hecho, hacen y seguirán haciendo. Aun contando con ese soplo de aire fresco que fueron los discursos en el Campoamor ovetense, me temo que lo peor está por llegar. Y es que todo esto no ha brotado como brotan las setas tras un chaparrón, sino que se viene incubando desde que Pujol llegó a San Jaime y de eso hace casi cuarenta años. El 155 devolverá la democracia a Cataluña, ya veremos, pero el caldo de cultivo de la secesión está tan arraigado que hasta existe la posibilidad de metástasis, con lo que el pesimismo se muestra inevitable.
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