EN la Hermandad de Santa Marta, Luis Miguel Martín Rubio, ejecutivo de la Fundación Sánchez-Ramade, va a hablar hoy sobre la actitud del cristiano ante la crisis económica. En otros foros se está planteando la misma cuestión que a todos atañe, con o sin credo de por medio, y siendo diciembre el mes con mayor sambenito de solidaridad. Si ya forman parte de nuestro paisaje cotidiano las alertas de colores que lanza Meteorología para que nos pongamos a buen recaudo por la llegada de temporales, cabe designar a algún interlocutor para la encomienda de tocar diana y pasar revista al paisanaje de la mano tendida. Es hora de engrasar todos los eslabones de la solidaridad social. Caigan simpáticos o antipáticos, finolis o antisistemas, modernos o demodés, de corazón o de compromiso, anónimos o con fotos. Todos suman, sea su papel de mayor o menor gramaje en la enciclopedia de las necesidades. Por eso hay que tomar en consideración cada iniciativa, cada movilización. Allí donde una deje de auxiliar no llegarán otras a tiempo. Y el año 2009 será más largo que un día sin pan.

Bien estaría que cristianos y ateos coordinaran sus esfuerzos para afrontar la responsabilidad individual y colectiva que todos tenemos para con el prójimo. Desde la proximidad vecinal a la colaboración institucional. Los amistades y los afectos se forjan en los momentos de apuro. Martín Rubio coincidirá conmigo en que ahora más que nunca es básico sostener o aumentar la cuantía de los dineros dedicados a la ayuda directa a proyectos benefactores. Ahorren si quieren en gastos suntuarios o en imagen de marca. Pero no escatimen en todo lo relacionado con comedores, economatos, fármacos, vacunas, atención domiciliaria, cuidados médicos, asistencia psicológica, educación y formación, reinserción, pisos refugio, monitores, cobertura jurídica,...

El 2009 va a ser una diáfana ITV de la solidaridad a la española, calibrando la solidez o carencia de valores compartidos.