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El poliedro

Paralizacomo puedas

La escalada importada del crudo y su función económica azuzaron la huelga de un sector crítico para el país

HEMOS adquirido manías de ricos sin serlo, al tiempo que actuamos como niños malcriados que se adueñan del mando a distancia y mandan a callar a sus padres. Acaparamos víveres como posesos ciudadanos de la América profunda en una película de catástrofe, de forma insolidaria e histérica. La causa, la huelga salvaje del sector del transporte, incendiada con artes de kale borroka por una minoría de camioneros que, no siendo representativos, sí hacen el trabajo sucio a la mayoría bienestante, hasta llegar a adquirir una posición de fuerza ante un Gobierno que no quiere problemas, y negocia. La turbamulta de piqueteros y saboteadores que -entre lágrimas y chillidos convulsos ante la cámara, quizá producto de la mala conciencia- destrozaban y vaciaban camiones que querían trabajar, decía sin recato que ellos son "la sangre de la economía". Y que si a ellos no se les hace caso y se los alivia con los dineros públicos, ateneos los demás a las consecuencias. Por eso, es de suponer, se permiten proyectar en una huelga la sobredimensión del sector y la inflación importada, en la que nada tiene que ver el Gobierno que, a pesar de la oleada de opiniones en contrario, poco puede hacer. Ni debe hacer: es un precedente más que peligroso en el comienzo de un periodo de crisis económica, probablemente de recesión antes de lo que pensamos o declaramos. Es éste otro ejemplo de sector estratégico que usufructúa su posición de relativo privilegio: un niño que no quiere ser adulto y exige lo no exigible a un padre que tampoco se comporta como adulto. La familia España 2008.

El pasado lunes, este periódico ofrecía en portada un sucinto cuadro comparativo entre los impuestos que se pagan por cada mil litros de gasoil -principal componente del coste del transporte- en España, Alemania e Italia. Aquí se paga el mínimo permitido por la Unión Europea, 302 euros. En Italia, 564 euros. En Alemania, 655 euros, bastante más del doble que aquí. De hecho, la repercusión del precio del combustible importado en el precio final que pagamos en las gasolineras es muy prudente: pagamos, a pesar de todo, "poco". Pero nosotros hemos decidido abrazar el peronismo sindical en tiempos de zozobra. Explota la burbuja inmobiliaria -ésa que para muchos expertos y políticos no existía hace un año-, y los promotores y constructores piden "soluciones a lo nuestro". Entra en un estancamiento de balsa de aceite el sector de la construcción, y los sindicatos andaluces "arriman el hombro" pidiendo jornada intensiva en los meses en donde se gana dinero en el sector, aduciendo la salud laboral y obviando mencionar el mercado de las horas extras y las peonás con otro equipo por las tardes de sofocante calor

Suben los precios del crudo de forma tan natural (la demanda enloquecida por China e India, la oferta que no es capaz de satisfacerla) como especulativa: el petróleo es el refugio del capital ante la inestabilidad de la economía real y la financiera, además de ser objeto de las operaciones a futuro que tanto daño pueden hacer al precio de las cosas (y de hecho tanto daño hacen, cada vez con mayor frecuencia). Y todos salimos perdiendo, más aun en un país donde la dependencia energética del oro negro es superlativa, como España. ¿Cuál será el siguiente sector presa del pánico y de la merma de márgenes de beneficio que decida echarle un pulso al Gobierno? ¿Las gasolineras? ¿Sanidad? ¿El campo? ¿La enseñanza? ¿Los aeropuertos, los pilotos o los controladores aéreos de cara al verano? ¿La Guardia Civil? Si les ha funcionado a una de las muchas víctimas de la crisis -el transporte, ¿por qué no probar? Apuesten de todas formas a que los nada estratégicos empleados de hamburguesería o becarios no van a ganar pulso alguno. O como me comentaba un amigo consultor: "nosotros no nos pondremos en huelga no vaya a ser que nuestros clientes decidan que no nos necesitan". Confiemos en tanto que la selección gane esta tarde y dispare nuestro optimismo y rehabilite a nuestras maltrechas expectativas, que son en buena parte el acelerador de la crisis.

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