CON todo esto de la aldea global pasa lo que pasa, que parece como si los papeles se cambiasen para que el actor cómico recite un drama y el dramático termine contando chistes. Subversión de roles con todos sus avíos y así ocurre que mientras nosotros vamos echando chinitas en el camino de la fiesta de los toros, cogen los gabachos y la protegen. Patrimonio cultural para los franceses mientras el vecino catalán la prohíbe esgrimiendo la protección de un animal que sin corrida sería extinguido. Bofetada sin mano de Sarkozy a ese pusilánime que aún preside España y que fue quien permitió a los antiespañolistas la abolición de la corrida taurina. Y para hacerla patrimonio cultural, el francés apela al alto valor ecológico que representa la cría del toro bravo, precisamente lo que aquí enarbolamos los que amamos la fiesta. Ya digo que la globalización trae estas cosas entre otras tan sorprendentes como ésta.