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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Pares y nones municipales

EN una situación crítica como la actual, cuando las administraciones públicas recurren a pedir créditos no para impulsar inversiones sino ¡para pagar las nóminas!, todavía son muchos quienes se resisten a reconocer la realidad y reivindican temas particulares que son obligatoriamente prescindibles bajo esta emergencia. Zoido aboga por suprimir el sobresueldo que cobran en su pensión los funcionarios municipales jubilados, bajo el concepto de premio extraordinario. Si hubiera sensatez en la política y en el sindicalismo, se llegaría a un acuerdo en cinco minutos para suprimirlo. Aunque no fuera por convicción sino por la pura fuerza de los hechos. Bienaventurados quienes han percibido durante una serie de años ese complemento. Pero ahora se trata de garantizar temas tan básicos como las pensiones ordinarias. Al calamitoso paso que vamos, con el hundimiento de los ingresos y el estrangulamiento financiero, se van a convertir en un premio en sí mismas, más que en un derecho.

Con lo que se padece la falta de dinero, ¿de verdad es imprescindible que el Ayuntamiento de Sevilla destine ahora 30.000 euros para un estudio sobre la prostitución en la ciudad? Hay profesionales de la asistencia social, desde ONG tanto laicas como religiosas que están más sensibilizadas con esa lacra, cuyo testimonio y análisis le saldría gratis al municipio. ¿Tampoco van a cambiar bajo un estado de emergencia los procedimientos para que el conocimiento de los problemas a pie de calle llegue con lucidez a los despachos con poder de decisión?

Se han equivocado Espadas y Torrijos dando largas al envite de Zoido para que todos los concejales renuncien a la paga de Navidad. Es una regla básica en la política: cuando el que gobierna ofrece un sacrificio ante la opinión pública, en este caso para hermanarse con los funcionarios muy cabreados, quien oposita ha de sumarse de inmediato, so pena de que los ciudadanos reivindicativos se lleven las manos a la cabeza.

Donde ha resultado sobresaliente la tarea fiscalizadora del grupo socialista es en la detección del pago duplicado de facturas a proveedores. Lo de facturar por dos veces lo mismo trae recuerdos muy poco edificantes en la política municipal. Confiemos en que ese afán por pagar deudas ya saldadas no esté adobado de falacias y triquiñuelas como en los tiempos chapuceros del Distrito Macarena en la era Monteseirín.

Un año después de la constitución del equipo de gobierno con Zoido y sus 20 concejales, proliferan las incidencias y quejas sobre la gestión del Instituto Municipal de Deportes. Quizá el alcalde deba reflexionar si es o no buen método de gestión concentrar muchas delegaciones en un solo edil. María del Mar Sánchez Estrella tiene a su cargo Cultura, Educación, Juventud y Deporte. Estamos en una coyuntura en la que, por falta de dinero, ha saltado por los aires todo lo que funcionaba porque estaba rodado. Gobernar es, desde hace tres años, un continuo y cada vez más acelerado tejer y destejer. Eso implica forzosamente perder mucho más tiempo en gestionar, reprogramar, salvar los muebles, hacerse perdonar los tijeretazos, soportar las quejas de quienes se quedan colgados de la brocha, etcétera. En tiempos de zafarrancho, ¿es mejor para el ritmo de la ciudad tener desbordados a media docena de concejales con todos los frentes abiertos, o repartir más la carga confiando directamente algunas áreas menos políticas en profesionales de la función pública que ya forman parte de la nómina del Ayuntamiento?

Sí me parece sensato, en términos generales, el criterio que se aplica a la gestión política del IMD, para fijar pequeñas tasas, o subir ligeramente las que ya existían, en las actividades de deporte de base que se sustentan en las instalaciones y los monitores. Muchos se quejan, por ejemplo, de la supresión del gratis total en la inscripción para las carreras populares. Dejemos de engañarnos: esto no es Jauja. ¿Y hasta qué punto es justo que los ciudadanos que no participan arrostren con casi todo el coste?

El esfuerzo por convertir la Velá en fiesta cultural y deportiva, compensando la decadencia de las madrugadas en calle Betis y aledaños, no debe llevar al error de diseñar el calendario de pruebas para que sean demasiado visibles e influyentes en el discurrir de la vida cotidiana de un barrio en jornadas laborables y comerciales. No es lo mismo un sábado de duatlón o triatlón en la isla de la Cartuja que en el Altozano. Ese fallo no justifica la refriega provocada por quienes creen que las calles están sólo a su servicio.

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