Crónica personal

Pilar Cernuda

Paro en Justicia

PUES no. Los jueces y los secretarios judiciales no deben parar. Ni una hora ni dos ni tres. No ya ética, sino estéticamente, resulta molesto, incómodo y rechazable desde todos los puntos de vista que los miembros de quienes conforman uno de los pilares del Estado de Derecho decidan protestar con un paro, una huelga o unas horas de brazos caídos.

La Justicia española necesita medios de forma desesperada. Necesita más personal, un sistema informático acorde con el volumen y la relevancia de su responsabilidad, necesita atención, más presupuesto, colaboradores y personal contratado que sea profesional y, desde luego, necesita que sus órganos institucionales sean elegidos sin unas normas que los politizan hasta tal punto que cuesta creer en que emitan sentencias y tomen decisiones con la debida independencia. Y necesitan también que el Ejecutivo no interfiera en su trabajo. Los comentarios de la vicepresidenta De La Vega sobre la sanción que impuso el Consejo General del Poder Judicial al juez Tirado es una injerencia en toda regla al trabajo del máximo órgano de la judicatura, un órgano independiente del Gobierno, lo que la vicepresidenta debe saber como juez que es.

El Consejo, tras analizar la actuación del juez Tirado en el trágico caso Mari Luz, decidió imponerle una sanción que la mayoría de la sociedad consideró excesivamente leve, y una sanción a la secretaria general que el colectivo de secretarios judiciales consideró excesivamente alta, de ahí el paro de hoy. Independientemente de que tanto el juez como la secretaria judicial sufrían y sufren una carencia vergonzosa de medios para realizar su trabajo, es evidente que estaban obligados a articular mecanismos de control que garantizaran que un delincuente acusado de pederastia ingresara en prisión tras la sentencia condenatoria. Incluso en el juzgado más caótico hay que establecer prioridades en el trabajo para impedir que se produzcan dramas como el de Mari Luz.

Si se diera por buena la actitud de los jueces y secretarios judiciales que culpan de todo a la falta de medios, entonces habría que preguntarse por qué la mayoría de los jueces realizan su trabajo conforme a Derecho. Tarde, pero lo realizan. Y los que delinquen están en la cárcel, salen los que han cumplido condena, acceden al tercer grado los que cumplen los requisitos a los que obliga la ley y se celebran las vistas y juicios previstos. Siempre mucho más tarde de lo que debiera ser, pero se celebran, gracias entre otras razones a que la mayoría de los jueces y fiscales suplen con dedicación, interés y alto grado de profesionalidad las carencias a las que los sucesivos ministros de Justicia no han metido mano, a pesar de las buenas palabras con que llegan, todos ellos, al palacete de la calle de San Bernardo.

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