La ciudad y los días

Carlos Colón

Partidismo burriciego

ME dicen a propósito del artículo de ayer que en Oxford y Amsterdam ciclistas y peatones comparten aceras y calles, cosa que en el caso sevillano un servidor criticaba sumándose al Defensor del Pueblo. Es cierto, en parte. Pero Oxford es Oxford, Amsterdam es Amsterdam y Sevilla es Sevilla. Los afortunados habitantes de esas ciudades no sólo comparten (casi siempre) educadamente los espacios de circulación. Comparten también espacios verdes que aquí no tenemos; pisan adoquines que aquí nos han quitado; pasean entre edificios que aquí se han derribado; contemplan paisajes urbanos que aquí se han arrasado; se sientan en amables plazas antiguas que aquí se han convertido en duras ruindades catetas y seudo modernas; toman café en cafeterías que aquí hemos perdido; beben cerveza en pubs o bares que aquí han desaparecido; disfrutan de teatros históricos que aquí hemos derribado…

Tal vez por eso sean más educados que nosotros y ello les permita ser más flexibles en el uso compartido de los espacios públicos. Tal vez por eso quien allí defienda el patrimonio histórico, cotidiano o natural no sea considerado un reaccionario, sino más bien un progresista. Tal vez por eso las actuaciones públicas no sean consideradas buenas o malas según el color político de quienes las acometan, sino según su naturaleza y resultados. Tal vez por eso talar árboles o destruir y dañar el patrimonio no sean algo positivo si lo hace un Ayuntamiento nominalmente de izquierdas y algo negativo sólo si lo hace uno de derechas (lo que conlleva que criticar la tala de árboles o la destrucción patrimonial sea reaccionario si quien lo hace dice ser de izquierdas). Tal vez por eso allí no confundan la modernidad con los rascacielos. Tal vez por eso, no sólo Oxford o Amsterdam -la primera, mucho más pequeña que Sevilla (145.000 habitantes), y la segunda considerada, desde hace muchos años la capital mundial de la bicicleta-, sino ciudades más grandes y por ello afectadas por más graves problemas, como París, Londres, Viena o Roma, conserven, en comparación con Sevilla, un patrimonio histórico, cotidiano y natural -edificios singulares y conjuntos urbanos, parques y arbolado, pavimentos y comercios, mercados y cafés- incomparablemente superior al nuestro.

Casi todos viajamos ya, señores míos, y por lo tanto no vale aquello de que la catetería (léase aldeanismo, ombliguismo, mentalidad de campanario, etcétera) se cura viajando. También se cura la izquierda de pega, el complejo progre, el pesebrismo de jasesó o el partidismo burriciego que da por bueno lo que se haga según dónde milite quien lo haga.

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