Partido de fútbol

No desesperemos: como en las grandes citas futbolísticas, la vida y la historia pueden ofrecer partido de vuelta

Mientras veo el que persona competente me dice es el partido más importante jugado por el Sevilla FC en su historia, doy en pensar qué hizo grande al Bayern. Una rápida visita al buscador estrella me hace saber lo evidente: desde su fundación en 1900 el club ha sido un exponente cada vez más fiel de la ciudad a la que representa en todo el mundo. Esa maravilla urbana que es hoy Múnich merece un club como el Bayern, pero yendo un poco más lejos en el tiempo, conviene reparar en que durante siglos nadie hubiera osado medir aquel pequeño burgo prealpino con la imperial Nueva Roma del Guadalquivir, ni a la dorada Andalucía, puente entre dos mundos, con la arcádica y provinciana Baviera de los Wittelbasch. Y sin embargo...

Es verdad que hubo un momento en que el destino de Andalucía, como el de toda España, se torció. La francesada, la terrible y en exceso mitificada guerra de Independencia, seguida de un calamitoso siglo XIX que nunca llegó a coger el paso de la Europa de la revolución industrial y burguesa, la marcaron casi hasta hoy. Pero Baviera era todavía hacia 1900 un país esencialmente agrícola y barroco, apegado a su tradición y al catolicismo, receloso ante la unificación alemana, del que pocos hubieran sospechado que cien años después sería uno de los lugares de renta más alta del mundo ni, menos aún, de mayor concentración de industrias de alta tecnología y de centros de investigación científica. Y que, esto sí era previsible, sigue cuidando sus paisajes y siendo fiel a sus acendradas tradiciones, a su raíz católica, a su particular posición dentro de Alemania.

La sociedad bávara y la andaluza, coincidentes en haber generado culturas tan ricas y singulares dentro de su propia nación, se parecen poco en otras cuestiones y, sobre todo, en una fundamental: la educación. Baviera cuenta con un excelente sistema de enseñanza, flexible y asentado en su propia tradición. Por el contrario, el doloroso fracaso de la educación en Andalucía, incapaz de romper la cadena que ata a cada nueva generación con el destino de la precedente, inservible como factor de progreso aunque sierva de todo dogma progre, es una tragedia que por sí sola explica la distinta suerte de una y otra región. Pero no desesperemos: como en las grandes citas futbolísticas, la vida y la historia también pueden ofrecer partido de vuelta, nueva oportunidad.

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