ES un avance que los profesores y estudiantes universitarios de Sevilla se manifiesten en día no lectivo y festivo. No quisieron hacerlo el miércoles de Feria, laborable pero no lectivo, cuando era la fecha convocada para toda España, y lo han hecho por iniciativa propia en la tarde del Corpus.  Ténganlo en cuenta en otoño. En lugar de anular más clases de lunes a viernes, protesten los sábados, eso le otorga más seriedad a la reivindicación. Y en el proceso de madurez que aún deben completar tras un paro académico desproporcionado, es lícito y coherente criticar a la vez tanto la política del ministro Wert como la instigación a boicotear la inminente Selectividad y el comienzo del próximo curso universitario. Esto último es una amenaza descabellada de profesores que tienen la frustración de no haber sido revolucionarios de verdad. No piensan en el daño que le causarían a tantas personas a las que dicen defender.

También es obligado que zanjen una incoherencia demasiado evidente. Es un tremendo contrasentido proclamar que está en peligro la universidad pública y a la vez  despreciar la llamada a las urnas para decidir el rumbo de la universidad pública. Criticamos en mayo que sólo un 8% de los estudiantes de la Olavide acudieron a votar en las elecciones a rector. Con la necesidad de segunda vuelta para esa importante decisión, la definitiva cita deparó anteayer la participación de un 13% del alumnado. Grave pasotismo estudiantil que arrumba la democracia universitaria.

La plausible reivindicación de becas no puede ocultar que los primeros cursos de muchas carreras son una inmensa guardería de estudiantes que desertan de las clases y de las convocatorias de exámenes, porque no están preparados para formarse en una facultad donde se exijan conocimientos y capacidades de grado superior, más la ortografía y la sintaxis que se les debía presuponer a los 18 años. Y de este engaño masivo del que son víctimas y que todos pagamos, ¿quién protesta?