EL Ecofin no ha acudido al rescate de los chabolistas rumanos aglomerados en San Jerónimo. Ni al rescate de los vecinos de un barrio sevillano bajo gran presión migratoria con o sin techo. Unos y otros son ciudadanos de la misma comunidad económica que Juncker, Rehn y Draghi, los tres mosqueteros del euro, hartibles en los telediarios, siempre en corrillos con el ministro De Guindos antes de coger la tijera y la calculadora. Pero San Jerónimo no tiene quien le tabule una prima de riesgo. El alcalde Zoido ordenó derribar el asentamiento chabolista cuando se barruntaba un incidente grave. Pronto hablaremos del mismo problema pero focalizado en distinto lugar.

Las contundentes acusaciones del vecindario contra esos rumanos, a los atribuyen multitud de robos, no han dado pie a detenciones. La inmundicia convertida en base de campamento tampoco deparó una actuación sociosanitaria de choque para sacarlos de un foco de infecciones. Quien sea un ladrón, al juez; quien sea víctima de la miseria, a la asistencia social. Pero no se ha hecho ni una cosa ni la otra con ciudadanos que tienen los mismos derechos y obligaciones de cumplir la ley y de ser atendidos.

En el Memorándum de Entendimiento del Eurogrupo no se le imponen condiciones al Gobierno Rajoy para que los chavales de San Jerónimo saquen en Selectividad las mismas notas que los del San Francisco de Paula. Y tampoco se le recuerda al alcalde Zoido su talante de otrora, cuando quería poner en evidencia a Monteseirín y se remangaba limpiando el Vacie con militantes del PP. El Vacie sigue en El Vacie, la Rumanía infame continúa deambulando de acá para allá entre el lumpen y la xenofobia, y la Sevilla de los parados tiembla al saber que le van a recortar la prestación por desempleo en cuantía y duración. Eso supone estar más cerca del riesgo de exclusión social. Del chabolismo autóctono compitiendo con el foráneo. Un déficit del que no se preocupa el Ecofin. Porque no son deudas, son sólo personas.