PARTIENDO de que la patria innnegociable de cada uno es la infancia, antier noche veía la luz un libro patriótico. La deducción no es mía sino de Antonio Burgos que, a la misma vez, partía de una cita del gran Rainer María Rilke. Un libro patriótico y muy bien hilvanado por Carlos Navarro, joven compañero en mis últimas etapas de viaje. Compañero y, sin embargo, amigo que ha encajado entre las cuadernas de un libro a treinta sevillanos que no necesitan presentación para que desmenucen sus primeras experiencias en nuestra fiesta principal, la Semana Santa. Es un libro en el que tienen sitio lo rancio y lo fresco bajo el común denominador de desvelar una Sevilla que nunca volverá, una Sevilla que conocimos de la mano de nuestros padres, pero que, como tantas y tantas cosas, se ha ido a hacer puñetas. Y en este libro de Carlos llega la ocasión de reencontrarse con algo que dejó de existir.
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