Previsión El tiempo en Sevilla para este Viernes Santo

HAY programas que uno ve por pura solidaridad. Por apoyo moral. Con la fe con la que el aficionado sigue a su equipo, haga frío o calor. Esto me ocurre pocas veces, cada vez menos. Pero me pasa desde hace tiempo con Repor, sobre todo desde que lo machacan en el horario de emisión. Cuanto más lo maltratan, más sacamos pecho los de la hinchada. En ello estábamos la otra madrugada, a eso de las dos, cuando el equipo nos sorprendió con un trabajo titulado Las batallas del abuelo, que nos retrotrajo a la atmósfera de los barrios obreros que aún persisten pero que tuvieron su empuje en los tiempos de la transición. Los de la actividad vecinal compulsiva, las comunidades cristianas de base, las reivindicaciones sociales y el motor de todos los cambios. El grueso del reportaje de Virginia Solá estuvo centrado en Bellvitge, una ciudad dormitorio de Barcelona en donde los logros se consiguieron a golpe de manifestación y donde, todavía hoy, una población con una edad media muy avanzada, continúan saliendo a la calle con tal de parar los recortes de los servicios públicos que les acucian. Aunque el verdadero hallazgo del capítulo lo encontramos en Bilbao, con la presencia del cura obrero Perico Solabarría, siempre pegado a una txapela, cuyo domicilio situado en un sótano fue centro de todas las reuniones clandestinas imaginadas y por imaginar.

La última de las entregas emitidas por el momento estuvo dedicada a las enfermedades raras, extrañas de verdad. En él pudimos ver a esa periodista de raza que es Gloria Espelleta viajando por distintos lugares, visitando a los afectados por unos casos singulares que les predisponen a una vida distinta.

Son reportajes peleones que bien merecen el trasnoche, toda nuestra fidelidad.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios