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Plaza nueva

Luis Carlos Peris

Pepiño y su gran patinazo

POSIBLEMENTE uno de los personajes más hilarantes del actual espectro político sea el gallego don José Blanco, señor de Ferraz y más conocido por Pepiño. Como buen gallego, Pepiño al canto, pero no ejerce de gallego en su comportamiento, ya que si nunca se sabe si un gallego sube o baja, este ciudadano parece que siempre está bajando, tanto que no se le atisba el fondo. Lo conocí una tarde en cierto hotel vigués donde velaba armas un equipo sevillano de fútbol y llevaba de la mano por Galicia a un Zapatero que aspiraba ya al sillón de Moncloa. Fue un momento sólo y se me quedó grabada su imagen, pero no recuerdo de él ningún punto de su personalidad que permaneciese en el tiempo. Ahora ya sabemos cómo es, cómo epata y cuánta capacidad tiene para sorprender, como si estuviese en permanente ejercicio de superarse a sí mismo en sus dislates.

La cuestión es que el señor Blanco, ese ciudadano de la Galicia profunda que jugó en su tiempo a émulo de Alfonso Guerra sin éxito alguno, ha metido la pata en un palco de fútbol como sólo puede meterla un imprudente que no sabe dónde pisa. Con la cantidad de oídos que tiene el fútbol, el hombre largó del omnímodo Real Madrid y el hipotético Gran Hermano que revolotea por todos los salones lo cogió en el renuncio. Luego el hombre se desdecía de cuanto había largado del gran coloso, pero es que, por si fuera poco, fue objeto de un cruel bromazo que le ha dejado más fuera de juego de lo que estaba. Como el lío estaba entre Blanco y el Real Madrid y como ni Blanco ni el presidente del Realísimo tienen a la Cope como emisora afín, pues ahí que entró un malvado periodista de dicha cadena a ridiculizar al todavía señor de Ferraz.

Con lo brillante que era el imitador de Ramón Calderón, cualquiera hubiese caído en el engaño. Ocurre que tratándose de Blanco, el regocijo acompañó la faena, sobre todo cuando el todavía estudiante de Derecho -ha reanudado los estudios en la UNED, seguro que termina la carrera, ya verá- y aspirante sin éxito a la Alcaldía de su pueblo era la víctima. Engolado como siempre le presentaba unas disculpas ridículas al presidente madridista mientras el imitador le iba dando hilo a la cometa. Creo que esas prácticas en el directo son indignas, que no se debe jugar con las personas de esa manera, pero, qué quiere que le diga, con este hombre que empezó queriendo, sólo queriendo, emular a Guerra y que ya aquel día de Vigo era la mano derecha de José Luis Rodríguez Zapatero también a mí me dio risa. Dicen que sólo Alfonso Guerra acumuló tanto poder como él en Ferraz, señal inequívoca de que las cosas no van, precisamente, al alza en la política de esta España nuestra, donde en el sitio de Felipe está Zapatero y Pepiño se encarga de lo que antes llevaba Alfonso.

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