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La esquina

josé / aguilar

Pervertir la democracia

UNA de las debilidades más notorias de la democracia -paradójicamente, también es la prueba de su grandeza- reside en su compromiso radical con la igualdad. La democracia iguala a todos en derechos y libertades y a todos cobija y protege. Incluso a sus enemigos. Les proporciona medios de actuación que, en sus manos, se pervierten hasta convertirse en instrumentos para destruirla. Si pudieran, lo harían sin dudar. Lo bueno es que en general no pueden.

¿En qué ha consistido, si no, el ejercicio de la política durante años por la llamada izquierda abertzale (los proetarras, vamos), sino en utilizar la generosa legalidad democrática para ponerla al servicio del separatismo como mero complemento de la prioritaria violencia terrorista? Los Batasuna, Herri Batasuna, Bildu, Sortu y demás disfraces no han sido más que fórmulas de uso de las libertades de expresión, asociación, manifestación y otras para hacer triunfar un proyecto totalitario.

Han fracasado, pero la cabra tira al monte y no puede dejar así como así de colarse por las rendijas del sistema democrático para liquidarlo o, al menos, socavarlo. Vamos al último ejemplo. La vigente ley electoral permite que cuando un concejal electo presenta la dimisión y los siguientes miembros de la candidatura rechazan el cargo, el partido responsable de la lista pueda sustituirle por algún militante que no figura en ella, es decir, que no ha pasado por las urnas.

Esta singular maniobra se aprobó durante los años de plomo, cuando los concejales constitucionalistas (PP y PSOE) eran asesinados por ETA o malvivían entre amenazas y acosos de los abertzales. Así se logró mantener la presencia democrática en los ayuntamientos de más riesgo: designando como ediles a personas con menos miedo o que no residían en los pueblos de asfixiante control batasuno. Pues bien, ahora el partido abertzale Bildu se está valiendo de la ley para colar en distintos ayuntamientos vascos y navarros a individuos que no pudieron figurar en sus candidaturas por estar vinculados a la banda terrorista o militar en las organizaciones filoterroristas que fueron ilegalizadas. Hasta veinticuatro han entrado como concejales por la puerta de atrás.

De modo que lo que la democracia ideó para proteger la vida y la seguridad de los demócratas sirve ahora favorecer las actividades de sus enemigos. Ésa es su debilidad, y también su grandeza.

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