Visto y oído

Francisco / Andrés / Gallardo

Pises

Aver, dinos ¿te has hecho pis en la piscina siendo adulto? Pagamos bien. Al contado. Y le añadimos focos, silencio e incluso aplausos en caso de que la respuesta sea sincera. Aquí lo que interesa no es la moral, sino la poca vergüenza. Es lo que se recompensa. Una voz femenina súper tacañona, sobrenatural como el Dios de Los 10 mandamientos, se encarga de confirmar la veracidad de esa confesión ante el polígrafo: "Es... verdad", sentencia. Y la ruleta rusa sigue. La mecánica del concurso es tan simple como inquietante y puntiaguda.

El mejor estreno de la temporada ha sido El juego de la verdad, este programa de testimonios anónimos con el formato y puesta en escena de Quién quiere ser millonario. Por airear los trapos sucios más íntimos, como el del pis piscinero, el confeso (confesa era en este caso) no se hace millonario, pero con desparpajo osado se ventila una pasta. Hasta 100.000 leuros. Nunca fue tan arriesgado como rentable admitir las miserias. Emma García, con tuteo pero con distancia respecto a los invitados, chapotea solemne en esta ciénaga de exhibicionistas, aunque en el primer programa nos pareció que los anónimos y familiares eran actores. Pese a la presunción de estar frente a una ficción, la sospecha no fue obstáculo para sentir vergüenza ajena ante los interrogatorios. El juego de la verdad, como le sucede a otros programas de Telecinco, tiene una producción elaborada. Muestra incluso una apariencia notable, pero le pierde su esencia repulsiva.

El juego de tu vida aprovechó el tirón del remate de la primera temporada de Sin tetas... El hermano de la protagonista muere asesinado por un malentendido. Lo que no entendemos es cómo El Duque, el maloso cachas, amasa tanta fama con esa voz impostada ronca que esconde un tono aflautado. Cuando habla, se desbarata. Y no es envidia. Que lo diga el polígrafo.

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