JUAN Manuel Sanz, presidente de Dolmen, y el equipo directivo que le secunda en esta empresa sevillana saben a diario hacer la cuadratura del círculo para construir viviendas de protección oficial con calidad y a bajo precio. Cuando hace tres años me puse el casco para adentrarme en la promoción de pisos que ultimaban en Los Bermejales, y comprobé con agradable sorpresa sus dimensiones, materiales, acabados y espacios comunes, al enterarme de que su precio, por ser VPO, era menos de la mitad de lo que se estaba pagando en la ciudad por otras similares de renta libre, comprendí por la fuerza de los hechos cómo un empresario puede socializar el bienestar. Las viviendas con garaje y trastero que ha empezado a construir en el Polígono Aeropuerto salen a la venta al precio medio de 90.000 euros. Hay que rendirse a la evidencia: lo que para muchos políticos y empresarios resulta imposible, para Sanz sí es posible, y con creces. A él le sobra lo que a otros les falta: vocación de servicio al prójimo a la hora de ganar dinero sin avaricia. Y recuerden cómo definió Joaquín Almunia la crisis actual: es la crisis de la avaricia.

Muy distintas serían las cosas en la Sevilla actual si el objeto de deseo llamado vivienda se hubiera comercializado masivamente a 90.000 o 100.000 euros. Cuando lo bueno es barato y lo barato es bueno, para qué meterse en camisas de once Euríbor. Se han enterrado ingentes cantidades de dinero que están en vía muerta inmobiliaria o hipotecaria, y que tanto se echan en falta ahora para impulsar iniciativas de la tercera modernización que necesitamos sí o sí. Al equipo directivo de Dolmen no le ha hecho falta que a su presidente lo nombren ministro, consejero autonómico o delegado municipal para crear barrios concebidos para la convivencia y no para el aislamiento. Sí, esta Sevilla de los pisos a 90.000 euros es mucho más presentable que la condenada a la demolición junto a Los Pajaritos.