Pasa la vida

Juan Luis Pavón

Pizarro se va y el paro se queda

Quienes  podemos hablar con independencia de movidas como el pulso entre Pizarro y Griñán, debemos recordar que tan inmenso es el poder que ha acumulado el PSOE en Andalucía, y tan ramificados sus tentáculos, que sucesivas generaciones de dirigentes se han sentido capacitados para protagonizar feroces luchas intestinas sin miedo a que esas estrategias les desgastaran hasta el punto de perder las elecciones. No fue la oposición quien tumbó a Escuredo, o a Borbolla. Ni quien maquinó la lucha entre Viera y Monteseirín para controlar Sevilla. Ni quien orilló a Emilio Carrillo, sino quienes se definían como amigos. No es la taquillera del cine al que van juntos Chaves y Griñán quien les malmete, son ellos los que juegan con Andalucía como un tablero de sus disputas para imponer a los suyos.

La gran diferencia del pulso que ha terminado con la estrepitosa salida de Pizarro es que ahora las contiendas fratricidas en el seno del PSOE andaluz  sí pueden ser la gota que colme el vaso de su primera derrota en las autonómicas y la pérdida de la gran empresa: el  empleo público. Se percibe el nerviosismo en las personas incrustradas salarialmente en las administraciones. Por vez primera, temen perder el empleo concedido a dedo, sean diligentes o inútiles en su cometido. Por vez primera,  sienten que les va a resultar muy difícil convencer a quienes no tienen sus chollos para que les continúen votando. Perciben que se defienden peor que nunca de los escándalos de corrupción, y se ven desarbolados por la trama de los ERE. Admiten que cada vez se pelean más entre ellos. Véase cómo muchos socialistas le han dado en los barrios la espalda a Juan Espadas por no haber contado con las camarillas de las agrupaciones para conformar  su lista electoral.

Quienes tienen un empleo, o una expectativa laboral, que depende de estas componendas, hablan mucho de la marcha de Luis Pizarro, y de las posibles venganzas entre las facciones. Pero de lo que más se habla en los hogares sin esos enchufes es del paro. Lo que no han resuelto ni los de Pizarro ni los de Griñán. La gran lacra por la que nadie dimite.

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