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las dos orillas

José Joaquín León

Plataformas sevillanas

ORGANIZAR plataformas ha sido costumbre muy sevillana. Cuando un grupo de ciudadanos está cabreado por algo, se constituye una plataforma y ahora se van a enterar. Estar previamente cabreados debe ser una conditio sine qua non. Pues el indignado es el motor de una buena plataforma. Es como si empujaran con más fuerza, como si pusieran más ímpetu. Cuanto más cabreados o indignados estén sus integrantes, mejor pinta tiene la plataforma. Más jaleo formarán. Incluso más caso les harán, si acaso sea para que se callen y no sigan.

Otras características imprescindibles son concentrarse de vez en cuando delante del palacio de San Telmo para incordiar a Griñán, o delante del Ayuntamiento para zozobrar a Zoido. Según el lugar elegido, se empieza a ver el colorido de la plataforma. Las mejores son las que se concentran por aquí y por allí, incluso en la Plaza de España, o en la Encarnación. Otra característica importante de las plataformas es que el dinero lo pongan otros. Si citamos el ejemplo de una que está en boga, como puede ser la de Santa Catalina, en ningún caso se supone que ellos vayan a recolectar los tres millones que cuesta el asunto, sino que se forma el lío para que esos tres millones los ponga quien los debe poner: los del déficit público.

Una plataforma, en definitiva, es como un grupo de presión, como un lobby, que dicen en otros países. En Bruselas, ese sitio tan perverso, hay un lobby para cada cosa, pero es como más sibilino, tiene algo de sociedad secreta de tipo masónico. Por el contrario, en nuestras plataformas van todos a cara descubierta y el objetivo se pregona con rotundidad: Salvemos San Leandro, pongo como otro ejemplo, digno de elogio. Pues si no está claro el objetivo, ¿para qué sirve el jaleo?

La gente ya no se acuerda de cuando la Transición, con tan mala memoria histórica. Entonces había una Junta Democrática, auspiciada por el PCE de Santiago Carrillo. Pero el PSOE renovado (así se llamaba el PSOE, que se renueva de vez en cuando), con los sevillanos Felipe González y Alfonso Guerra, no estaba en la Junta (ha sido la única vez que el PSOE no ha estado en una Junta), sino en la Plataforma Democrática, que era otro invento para diferenciarse.

Crear más plataformas sería un síntoma saludable del papel preponderante de la sociedad civil. Eso siempre se dice, mientras se pide dinero a las instituciones. Una plataforma para la línea 3 del Metro ya, otra para el dragado urgentísimo del río, una tercera contra la Torre Pelli y una cuarta a favor, alguna para ampliar la carrera oficial de la Semana Santa, o para derribar las setas, o para trasladar el monumento de Juan Pablo II a otro sitio... Sevilla está llena de ideas para decenas de plataformas. ¿A qué esperamos?

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