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LOS Premios Platino han nacido con un pan debajo del brazo. Tras la edición inaugural en las Américas, en su segundo año arriban a Marbella. Y TVE tira la casa por la ventana, ofreciendo el sábado, y eligiendo a Imanol Arias como maestro de ceremonias. Glamour, mucho glamour, es el que promete esta noche de cine en la Costa del Sol, donde Antonio Banderas recibirá el Premio Honorífico.

Desde los tiempos del Festival de la OTI, los experimentos televisivos que pretendían sumar audiencias hispanohablantes de los dos lados del charco no tuvieron demasiada suerte. 300 millones aguantó con estoicismo varias temporadas, llegando a ser tan ignorado en territorio español que los programadores de TVE cometían la osadía de cerrar la emisión poco antes de medianoche y colocar la carta de ajuste mientras aguardaban la conexión con el programa. Sin unos tristes minutos musicales a modo de enlace.

Me alegro mucho por el tratamiento y el apoyo dado por TVE a los Premios Platino. Felicito a sus hacedores. Pero ya puestos, estas pueden ser buenas horas para reivindicar, por ejemplo, un poquito de mimo hacia el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, en el que también colabora la televisión pública. ¿Por qué su ceremonia de clausura se vino emitiendo en las dos últimas ediciones a las 2 de la madrugada?

Al calor del impulso dado a los Premios Platino, por qué no demandar a TVE idéntico mimo a otros eventos de los que tiene los derechos de emisión.

¿Por qué no dar los premios Ceres desde el Teatro de Mérida también por La 1? ¿Por qué no ampliar la red de convenios con los festivales de cine españoles para que, con el apoyo de los centros territoriales, podamos ver las clausuras de los de Sitges, Alcalá de Henares, Gijón y Sevilla?

Querer es poder. Y cuando se trata de cultura, más.

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