POSIBLEMENTE fuese el partido del miércoles uno de los platos más fuertes del curso. El épico triunfo de los sub 21 españoles sobre los bielorrusos gozó de la mayoría de los ingredientes que convierten al fútbol en el primer deporte del mundo, al menos en el que genera más interés y seguimiento de todo el orbe. Era un partido importante porque no sólo daba la llave para lograr un título continental más sino porque visaba el salvoconducto que da derecho a un puesto en los Juegos Olímpicos. Esto último se logró por la vía de los goles del asturiano Adrián y para esta noche se fía alzar una copa más, la tercera europea a este nivel.

Al otro lado del campo nos espera Suiza, un magnífico equipo. El hecho de que Suiza haya sido una especie de Eldorado en el que combatir el hambre ha propiciado una generación de hijos de emigrantes que le han proporcionado a los helvéticos lo que nunca tuvieron, un equipo capaz de grandes cosas. Los suizos siempre fueron de inferiores, de ahí que se protegieran como podían bajo el sistema denominado betón, algo así como el cerrojo que aquí impuso Benito Díaz con su Real Sociedad. Era un sistema con el que los suizos intentaban defenderse de los que consideraba superiores, que eran casi todos los que conformaban el universo futbolístico.

Ya las cosas son de otra manera y estos mismos suizos ya saben a qué sabe campeonar, pues se hicieron con la corona mundial sub 17 ganando en Nigeria a la anfitriona. Quiere decirse que el oso no está cazado y que la piel no es de nadie todavía por muy bueno que sea el equipo de Luis Milla. Equipo fantástico desde la cruz a la raya, desde De Gea hasta ese Adrián que lleva cinco goles, pasando por el mayestático Javi Martínez o por la magia made in Masía del primogénito de Mazinho, ese Thiago que, sin duda, recogerá el testigo que exhibieron Milla, Guardiola y Xavi. Es un plato fuerte el de esta última sabatina futbolera y conviene no perdérselo.