PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

De la Plaza Nueva al Parque Alcosa pasando por Berlín

ACUDIR hoy sábado a la Feria del Libro en la Plaza Nueva tiene un valor añadido especial. Hace 75 años tuvo lugar la atroz quema de libros ordenada por Hitler en las calles de Berlín. Desveló la hoja de ruta del nazismo. Que los libros tomen las calles y plazas es una conquista a la que no debe renunciarse por rutina o indiferencia.

Desde Sevilla, la Fundación Tres Culturas se ha implicado a fondo en organizar en Berlín un programa de actos que fija la memoria colectiva para que nunca más sea posible quemar 20.000 libros y asesinar o encarcelar a sus autores. Pero va mucho más allá porque en el siglo XXI disponemos de internet como madre de todas las bibliotecas universales. Y las dictaduras de nuevo cuño no sólo persiguen los libros de papel sino también la conexión informática a la ingente acumulación de saberes en el orbe digital. De ahí que haya creado un eje Sevilla-Berlín con las jornadas Biblio-Diálogo en Europa, para informar sobre la transformación de las bibliotecas en centros culturales de papel y de ordenador, en embajadas del pensamiento sin fronteras. Ambos soportes son tan compatibles y complementarios como se constata a diario teniendo a mano textos editados y un ratón.

Por eso aconsejo a la Fundación Tres Culturas que invite al foro del Biblio-Diálogo a las asociaciones de vecinos del Parque Alcosa y a dirigentes del Ayuntamiento de Sevilla. En un barrio tan maltratado por las autoridades, los vecinos de la Plaza de los Luceros han protestado por la intención municipal de instalar un cibercentro y han reivindicado que pongan en su lugar una biblioteca. Le tienen miedo al cibercentro porque lo asocian a pandillas de jóvenes que arman jaleo con sus motos hasta altas horas de la noche. El Gobierno local ha aceptado el cambio. Es muy de elogiar un grupo de ciudadanos que se moviliza en pos de una biblioteca, por desgracia en Sevilla no es una reclamación habitual. Pero animo a reflexionar si tiene sentido, en el año 2008, crear una biblioteca en la que además de los libros que quepan en las estanterías, no exista una zona de ordenadores (llámenle cibersala o como les dé la gana) para acceder a los textos de autores de todas las culturas, épocas e idiomas. Y disponer de personal bien formado que oriente a jóvenes y mayores para aprovechar las maravillosas posibilidades que ofrece internet, y alertar de que lo sublime convive en la red con lo abyecto. Es una tarea indispensable.

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