La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Pompeya sevillana

El que llamaron mejor cahíz de tierra es una Pompeya sepultada por el Vesubio del turismo de masas

El edificio de la Asociación Sevillana de Caridad albergará un restaurante y una escuela de hostelería. En una esquina de la Cuesta del Bacalao con Placentines se ha abierto un nuevo bar que alarga la ininterrumpida fila de veladores desde Alemanes hasta allí. En la otra esquina la tantos años cerrada (y expoliada) casa palacio que albergó el ultramarinos que dio nombre a la cuesta será presumiblemente un hotel. Pocos metros más arriba, en Segovias, hay otros dos… Y poco más arriba, donde antes estuvo la Escuela Francesa, hay otro… Y poco más arriba, en la parte peatonal de Abades, hay otro… Y poco más arriba, cruzando Mateos Gago, hay otro… Y entre unos y otros solo hay bares y veladores en todo el entorno de la Catedral, desde la Puerta de Jerez hasta la Plaza Nueva, desde las setas y el Salvador hasta San Fernando, desde Arfe hasta la Puerta de la Carne.

Este enorme trozo de Sevilla que los renacentistas llamaron el mejor cahíz de tierra es hoy un inmenso bar o restaurante con sus respectivas terrazas ocupando las calles, en medio del que alzan, como islas azotadas por el tsunami del turismo de masas, monumentos religiosos muertos porque han perdido total o parcialmente su uso. Curiosamente, y esto es algo que deberían estudiar los urbanistas, las en principio benéficas peatonalizaciones tan largamente esperadas en vez de humanizar el entorno de la Catedral lo han deshumanizado, disecado y tematizado. La Avenida con coches, autobuses y aceras era un espacio más transitado por nativos y más ordenado que el actual y desolado caos. No deja de asombrarme el sinsentido de que algo tan positivo aquí signifique desertizar, desarbolar, enlosar y franquiciar; que en vez de hacer más grata la vida a los vecinos los arroje o arrincone; y que en vez de favorecer el comercio local tradicional lo extinga.

No es un fenómeno sólo sevillano. En Barcelona la Asamblea de Barrios por un Turismo Sostenible intenta ordenar el tsunami turístico. Todo para nada. Se vive de lo que se vive y gran parte de la Europa del siglo XXI será un resort con monumentos. La paradoja explota en Bolonia: mientras vecinos y comerciantes intentan que el turismo no les devore, su Ayuntamiento firma en Pekín un protocolo para que su ciudad coja cacho de los 122 millones de hijos del Celeste Imperio que cada año turistean y de los 700 millones anuales que según los expertos lograrán dentro de cinco años lo que Fu-Manchú no logró.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios