AÚN estamos a tiempo, porque el escarmiento va para largo, a la hora de crear la Asociación de Víctimas de la Crisis. Es reprobable, y además es peligroso para el futuro del sistema democrático, que los partidos políticos y los sindicatos guarden tantas distancias respecto a las personas que pierden su fuente de ingresos y quedan en el paro, ya sean asalariados, autónomos, cooperativistas o empresarios. A 63 días de las elecciones autonómicas, ni siquiera las fuerzas de la oposición se hacen la foto con los desemplados, con los desahuciados, con los arruinados. Ni el PP, ni IU, ni PA, ni UPyD, ni Equo. Ninguna de esas formaciones da la cara con ellos en público para comprometerse a sacarlos de la postración. Y el PSOE huye de la realidad para que no le atribuyan todas las culpas, aunque sobre su acción de gobierno a la defensiva en Andalucía se superponga su discurso precongresual con apelaciones autocríticas tras el vapuleo del 20N: recuperar el contacto con el sentir de la gente, etcétera.

Quien ha convocado esta semana en Sevilla una concentración contra el paro y junto a los parados, al lado de la oficina del Servicio Andaluz de Empleo en la zona de Amate, no es un partido sino el movimiento asambleario del 15M. Es el sector de la capital con mayor porcentaje de paro: 18.000 personas apuntadas en dicha oficina como demandantes de empleo, y sólo 4.000 reciben una prestación, según los datos recabados por quienes se convierten en portavoces políticos y sindicalistas de los parados por vocación propia y por dejación ajena. Un 15M que agita una amalgama de propuestas entre lo sensato y lo descabellado, y que a los mayores perjudicados por la crisis, cuando les intenta concienciar y movilizar, no les pide el voto.

Los partidos que no remedien pronto su miedo a situarse al lado de las víctimas de la crisis, aprendiendo del refrán Más vale una vez colorada que ciento amarilla, pueden ser desbordados y arrumbados por la próxima marea de indignación social.