MEMORIA histórica no es cambiar el nombre de calles ni enredar con cadáveres dolorosamente perdidos y que contribuye a emponzoñar la vida hasta hacerla parecida a la de 1936. Memoria histórica es reconocer el papel que héroes como Eduardo Saborido, Paco Acosta o Fernando Soto recitaron en un tiempo en que cuando alguien llamaba a la puerta al amanecer no tenía por qué ser precisamente el lechero. Acudí a la entrega de las medallas de Sevilla al rebufo de mi entrañable Manolo Ruesga y me di de cara con Eduardo, con Paco y con Fernando para refrescar el caletre y recordar aquel tremendo 20 de diciembre del 73. Un día de tantos en que los tres sintieron miedo y un día más que supieron superar ese miedo para defender al obrero de un sistema político impresentable. Por ahí, por ese reconocimiento, es por donde cobra sentido pragmático la memoria histórica, por ahí sobre todo.