Tras el vendaval del sábado, la calma de un trámite como el de esta tarde. Después de la catástrofe que para el Sevilla supuso el derbi, la posibilidad de resarcirse ante un rival menor. Bueno, no tanto como resarcirse completamente de lo del sábado es lo que ofrece la vuelta copera con el Cádiz del tándem Pina-Vizcaíno, ese dúo que, sin apenas tratarse, tiene al equipo amarillo a las mismísimas puertas de la Primera División.

No doy un duro por ese Cádiz que arranca perdiendo 2-0 y que se encuentra con un Sevilla a portagayola con el único propósito de quitarse la depresión a manotazos. Alguien dirá que por qué no darle opciones a un equipo que hace cuarentaidós días puso bocabajo el campo del rival más rival de todos los rivales. Fue el primer 5-3 del curso para el fútbol según Sevilla y ya se sabe que quien hace un cesto puede estar capacitado para repetirlo hasta cien veces, pero...

Hay que imaginar a un Sevilla con la guardia muy alta desde que salga de su rincón, que el personal no está para bromas y el nivel de exigencia que tanto esgrime el sevillismo no acepta veleidades de ese tenor. Imagino también a un equipo que querrá combinar esos dos factores tantas veces divergentes que son vencer y convencer. Sería la única forma de sacar del trance a una grada que no acaba de entender qué es lo que pasó para que pasasen tantas desventuras.

Está, además, en liza la competición que más asequible puede ser para este Sevilla. La más asequible o la única que la tropa blanca tiene a mano en este curso de presupuesto estratosférico y de plantilla más impensablemente cara de su historia. Son demasiadas cuestiones como para que la noche confunda al equipo de Montella, como para que la clientela sufra otro sofocón tan sofocante como el que pasó la noche de los regalos. O sea que a ver quién da un duro por el Cádiz.