La ciudad y los días

Carlos Colón

Preguntas sobre Córdoba House

DICEN que abrir un gigantesco centro islámico en la Zona Cero de Nueva York no es una provocación. Y me pregunto si esa decisión es totalmente inocente y bienintencionada; si escoger precisamente ese lugar y no otro, en una de las ciudades más grandes del mundo, no podría entenderse como provocación o hiriente falta de tacto.

Dicen que nada tiene que ver el islam con los terroristas que allí mismo asesinaron a 3.000 personas, parapetándose abusivamente tras unas creencias que en realidad no representaban. Y me pregunto si desligar el terrorismo fundamentalista del islamismo -como si los asesinos fueran okupas que nada tienen que ver con la religión a la que dicen pertenecer y las creencias que afirman defender- no será un error tan grave como demonizar a todo el islam acusándolo de terrorista. Es tan evidente que no todos los islamistas son asesinos fundamentalistas como que los asesinos de Nueva York, Londres, Madrid, Pakistán y tantos otros lugares del mundo son musulmanes fanáticos. Negar lo primero conduciría a un enfrentamiento global de consecuencias imprevisibles, favorecería persecuciones de inocentes -los islamistas moderados que afortunadamente son la mayoría y también son víctimas de los fanáticos- y alimentaría el fundamentalismo: nada conviene más a los fanáticos que legitimarse fanatizando a sus adversarios. Pero negar lo segundo, desligando el terrorismo del islamismo, sería una ceguera suicida.

Dicen -con Obama a la cabeza- que permitir la construcción de ese gran centro islámico en la Zona Cero es lo propio de una democracia avanzada que garantiza la libertad religiosa. Y me pregunto si no será necesario distinguir la libertad religiosa del entreguismo frente a la infiltración fundamentalista. Bien lo saben las autoridades británicas, por ejemplo, que se han visto obligadas a expulsar a imanes que aprovechaban las libertades democráticas para llamar a la guerra santa en pleno corazón de Londres.

Dicen que el nombre del gran centro islámico, Córdoba House, es una garantía de su voluntad de integración entre culturas, al rememorar el esplendor de la cultura arábigo andaluza. Y me pregunto si ello no se podría interpretar también en sentido contrario, como una alusión a la gran expansión del islam en los siglos VII y VIII con la conquista por las armas del imperio persa sasánida, lo que sobrevivía del romano en el norte de África y la Hispania visigoda. No se debería olvidar que Al Qaeda ha expresado varias veces su voluntad de reconquistar Al Ándalus. Luego Córdoba puede aludir tanto al esplendor logrado por la fusión o convivencia entre culturas como a conquista por las armas.

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