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Alejandro V. García

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LOS grupos contrarios a la impartición de Educación para la Ciudadanía han tratado de demostrar a lo largo de los últimos meses que su desacuerdo era un desacuerdo, si no ético, sí moral o de conciencia. La moral de los creyentes católicos frente a la ética civil. Sin embargo, viendo el modo caricaturesco en que se ha planteado la obstrucción a la asignatura en el ámbito político, en concreto en la Comunidad Valenciana, y comprobado el silencio cómplice de los objetores ante semejante disparate, se puede albergar razonablemente la sospecha de que dicha sensibilidad es unidimensional; es decir, que sólo funciona cuando atañe a las convicciones preestablecidas. Difícilmente las autoridades de la Comunidad Valenciana podrán basar su oposición frontal a la asignatura en razones pedagógicas generales o incluso de moralidad docente (y decente). La parodia montada en Valencia para frenar a toda costa la asignatura se ha convertido en una bufonada creciente y movediza cuyo epílogo, si lo hay, es tan impredecible como inquietante.

En una parábola llena de ingredientes surreales, el Gobierno valenciano, para detener la huelga inminente que se le venía encima, ha enviado a los institutos una circular en la que autoriza a los centros que necesitan la presencia simultánea de dos profesores en el aula para impartir Educación para la Ciudadanía ¡en inglés! a solicitar una moratoria hasta final de curso. A partir de ahora, la Consejería de Educación de Valencia aceptará que el profesor titular de la asignatura decida en qué lengua (valenciano, castellano o inglés) imparte Educación para la Ciudadanía. La llamada "moratoria", sin embargo, sólo tiene validez de aquí a final de curso y no supone, según subrayan las autoridades valencianas, la retirada de la orden. Es decir, es una retractación parcial que tiene como objetivo calmar el levantamiento de la comunidad educativa o, al menos, aplazarlo hasta el curso que viene.

La solución permitirá a muchos colegios públicos introducir una relativa cordura en la Educación para la Ciudadanía, pero a costa de ahondar en el absurdo hasta extremos inconcebibles. En Valencia, de aquí a final de curso, habrá una disciplina extra-lingüística impartida en tres idiomas diferentes. ¿Qué ocurrirá en el nuevo curso si los tribunales aún no se han pronunciado sobre la validez de la asignatura? A la vista de cómo han transcurrido los acontecimientos, da miedo pensarlo. ¿Por qué no en chino?

La actitud del Gobierno valenciano es, digámoslo abiertamente, una inmensa inmoralidad inspirada, paradójicamente, en principios morales y de conciencia.

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