CASI me quedé sin respiración cuando los lunares llegaron a Massimo Dutti. Yo, que si no fuera por esta cara y este cuerpo, con mi fondo de armario podría haber hecho completos los catálogos de temporada otoño/invierno de los últimos cinco años. Pero, ¿camisas con lunares? Como Punto Roma no abra pronto una sección masculina estoy perdido.
Cuando veo a la chavalería pasear por la calle, me pasa como con Andoni Ferreño y Agustín Bravo. Sé que son diferentes, pero soy incapaz de distinguirlos. Antes, o eras pijo o eras calorro, puede que heavy o como mucho moderno. Ahora, ejércitos de clones de mujeres y hombres y viceversa parecen haber fagocitado a las antiguas tribus urbanas. Y digo parece, porque nada más lejos de la realidad. El ojo inexperto es incapaz de detectar determinados detalles de la indumentaria o los complementos que lucen las nuevas generaciones, que determinan si estamos ante una choni, un cani, un coyo o una jenni.
Y si ya cuesta saber que un mupi es donde se pone la publicidad en las paradas de autobús, súmale que un muppie es una mezcla entre yuppie y hispter. Yo, que no tengo muy claro aún lo que son los hipster, salvo por esas bacterianas barbas a lo ZZ Top. Pues los muppies son amantes de la vida sana, el ecologismo, el deporte y muy preparados intelectualmente. Ah, y nada de consumismo, por supuesto. Be happy, my friend.
Y por fin, los swaggers. Con ese nombre podría ser una raza alienígena, pero no, pero casi. No se quitan la gorra ni para dormir, se hacen selfies a todas horas y los suben a redes sociales que no sabía ni que existían. Les gusta el hip hop, el reggaeton y el dembow, que consiste básicamente en menear el culo en plan Beyoncé. Yo me tuve que santiguar al verlo.
Rancios del mundo, desempolvemos nuestros polos básicos de Zara y unámonos o nos veremos abocados irremediablemente a la extinción. Por cierto, ¿alguien sabe dónde fueron todos los skaters?
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