ME llegan al correo electrónico comentarios de lectores cabreados por la falta de cines de verano en Sevilla. Directamente critican al Ayuntamiento. La cultura no es una prioridad en los presupuestos municipales. Pero acostumbrarnos a que la única vía sea el Gobierno local para lo que siempre ha sido un negocio privado nos llevaría a una situación muy perniciosa. Porque en muchas cosas nos hace enfermizamente dependientes de papá gobernante.

A mí me encanta ver cine al aire libre. No sólo por el disfrute de la película sino porque favorece que la gente tenga un pretexto más para relacionarse. Si existe realmente esa demanda de ocio tradicional, lo que no hay es empresariado que vea factible invertir para ganar dinero, como sucedió durante décadas en los barrios de Sevilla. Cuando no había vídeos, dvd's, televisión a la carta e Internet.. ¿Falta visión del negocio? ¿Ya no es rentable a la antigua usanza? ¿Hay lugares grandes e idóneos para montar una instalación efímera?. Tres verdades, tres.

Es digno de elogio que el Patio del Rectorado de la Hispalense haya sido un cine de verano durante junio y julio, con clásicos del humor y cine francés. Que el Monasterio de la Cartuja sea un cine de verano dos noches a la semana en julio y agosto gracias al Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, donde pueden verse clásicos de la ciencia ficción y cine africano. Y que el Patio de la Diputación lo sea desde el 1 de agosto combinando cine americano y europeo. El rito pervive con nuevo enfoque. Sí exijamos al poder público que en las bibliotecas de los centros cívicos también haya cine del bueno además de buenos libros. Y la reutilización del Cervantes como patrimonio de la ciudad y filmoteca. Pero, puestos a elegir, para ver en acción a Angelina Jolie o a Harrison Ford en cines de verano y no en los de invierno, antes que al Ayuntamiento habría que desahogarse ante la Confederación de Empresarios de Sevilla.