Será el martes, con enero llegando a la orilla, cuando se haga realidad la triste efeméride. Se cumplirán veinte años de que unos niños se quedaran esperando a sus padres en una noche fría y sin estrellas. Veinte años ya de la mayor sinrazón jamás conocida en una ciudad que aquella madrugada se acongojó como nunca. Veinte años ya de los tiros más ominosos, de la agresión más cobarde de unas alimañas convertidas en asesinos sin causa. Y no es que el asesinato tenga nunca causa justificada, pero cuando se ejecuta como se mató aquella madrugada a un matrimonio joven que iba al reencuentro con sus hijos, el asesinato no es sólo asesinato sino acción para la que nos quedamos sin adjetivos. Se cumplen veinte años de aquella lóbrega madrugada en Don Remondo y mientras más años se cumplen menos se comprende y más se repudia a los que lo perpetraron.