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el periscopio

José Ignacio Rufino

Réquiem en sepia por Kodak

DEBE uno de ir para antiguo cuando es capaz de recordar nítidamente que, en la adolescencia y en mi primer proyecto de viaje al extranjero -un privilegiado que se saltó varios puestos entre los hermanos candidatos a viajar-, discutía con los amigos si te llevabas los carretes de aquí o si te iban a salir más baratos en Inglaterra, e incluso si los de allí te valdrían para tu cámara. Uno o dos rollos para un mes, quizá uno de ellos de 12 fotos; uno mate y otro de brillo, y puede que uno más de 400 ASA, en blanco y negro, si eras artistón. Los carretes eran aún Kodak, antes de que Fuji empezara a mojarle la oreja a la empresa que fundó el primer y verdadero suegro de Paul McCartney. He hecho una búsqueda rápida con los términos Negra y Valca, y he comprobado que, como era de esperar, las esperanzas hispánicas en el mundo del material fotográfico murieron en el intento, eso sí, tras dar mucha gloria. La web llamada Valca.com, sin ir más lejos, es un dominio de Fincas Valcárcel, y está, por cierto, totalmente muerta también. ¡Oh tiempos, oh costumbres!

Eastman Kodak ha presentado suspensión de pagos. Lo ortodoxo ahora es decir "concurso", pero no me dirán que este eufemismo de resonancias deportivas -"tonto el último"- es irónico y menos explicativo que "suspender pagos" o "bancarrota". Cuando el tsunami electrónico cogió a Kodak en braslis (término que entenderán mejor los contemporáneos de aquel entonces), reaccionaron vendiendo cámaras. Digitales, claro. Pero no fue una decisión estratégica, sino una forma de ser arrastrado por la corriente. El patrimonio de la compañía fue menguando a la par que sus ventas. Mientras que antes las generaciones veían una o dos verdaderas revoluciones tecnológicas en su vida, ahora tenemos revoluciones casi cada año. El esquema de la desaparición de Kodak se ha repetido en la historia en otros sectores. El papel y los productos tóxicos para procesar fotos y hacer copias duras seguirán existiendo: cosas de coleccionistas y artistas. De vuelta a la artesanía o al arte desde la industria, una industria que cambió su paradigma. Como nos enseñaban en la facultad con el caso de los rotring, un tremendo avance en el dibujo técnico respecto a los tiralíneas, que seguían empero teniendo una demanda residual, y se vendían más caros que cuando eran el estándar. El rotring -sepan los más jóvenes- era un aplicador de tinta limpísimo, pero sólo digital por el hecho de que se usaban con los deditos. Su reino fue también arrasado por los plotter y los CAD. El caso Kodak se estudiaba en las escuelas de directivos como uno de éxito estratégico. Ahora lo explicaremos a los estudiantes como un ejemplo palmario de obsolescencia, declive y muerte corporativa. Aun así, cuando se aprieta el disparador de una moderna cámara digital, todavía parece sonar ¡ko-dak! Va a ser cosa de la melancolía.

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