SERVIDOR de Dios y de usted, que siempre levitó con la pluma, sobre todo, y el pico de Antonio Gala sufrió una sensación angustiosa durante la conversación que sostuvieron Jesús Quintero y el cordobés de Brazatortas. El embeleso de antaño dio paso a un tinte de angustia por la cara de epitafio que iba llevando la entrevista. Epitafio en vida, que sobrecoge más que los que pone en antena Plus por lo que la cosa salía a título póstumo. Y en ese epitafio adelantado, pudo verse a un Gala más escéptico que nunca y más crítico con casi todo que en jamás de los jamases. Ayudaba a esa sensación de angustia el aspecto del eximio, sin nada que ver con el atildamiento de siempre y moviendo su aspecto a la conmiseración. Conmiseración que se paliaba cuando Antonio se venía arriba para sobrecogernos con el abrazo final, que sonaba a despedida sin vuelta atrás. Memorable.
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