QUEDA camino por recorrer, pero cuando antier noche, la grada sevillista despedía con cariño a José Antonio Reyes, la sensación es que la situación es reconducible para que el utrerano vuelva por sus fueros. Es vieja conseja lo de que quien tiene el duro es quien únicamente puede cambiarlo y nadie dudará de que este futbolista sí lo tiene. No sé si guardado en el fondo de la faltriquera o dónde, pero con la edad que tiene no puede, mejor no debe, ser una vieja gloria. Posiblemente, no se parezca a aquel jugador de velocidad endiablada y talento deslumbrante de antaño, pero una vieja gloria no, de ninguna manera.

En el choque con el Espanyol, Reyes se ofreció y participó mucho del juego para que lo más lucido que al Sevilla le salió por los pies naciera en las botas de este futbolista, que ha sido el talento más talentoso que parieron los potreros de la carretera de Utrera. Quizá no sea ya capaz de hacer aquel gol de Montjuïc en septiembre de 2001; sí, aquella tarde en que cogió el balón en campo propio para dejarse atrás a medio equipo españolista, batir a Mora y abrir un marcador que se cerraría con victoria blanca. Es probable que rara sea la vez que desborde como entonces, pero fútbol tiene de sobras como para que no vuelva a ser considerado un ex futbolista.

La grada de Nervión alzó el pulgar la otra noche y ahora todo queda a expensas de la voluntad de resarcirse que aún tenga el que fuese considerado mejor canterano de la historia sevillista. El favor de la grada ya lo ha recuperado y mantenerlo es cosa suya, nada más que de él. Además, la ausencia de Trochowski y las continuas internadas de Perotti por la enfermería facilitan que haya un hueco donde ir retomando la confianza perdida. Luego, cuando el tiempo pase y si es capaz de cambiar el duro, a ver quién es el guapo que le apea de la titularidad. Quizá no veamos más al primer Reyes, pero que ahí queda futbolista bueno es algo de lo que no deberíamos dudar.