NADIE ha prohibido que mulas y bueyes vuelvan esta Navidad a Belén, a los belenes, pero el agente literario de @pontifex, Benedicto XVI urbi et orbi, ha sido muy sagaz y ya saben cuál va a ser el libro favorito para regalar a madres, tías y abuelos legionarios para las próximas semanas. También Su Santidad, que no suele dar puntada catequética sin hilo teológico, nos ha regalado la certeza de la leyenda de los Reyes Magos, que de bote pronto han pasado de un punto cardinal a otro y se han convertido en sabios regios de Tartessos dispuestos a agasajar al lejano monarca nacido en Palestina. Uno de los grandes anuncios navideños es aquel de Iberia en el que el piloto anuncia que están sobrevolando el desierto por el que se encaminaron las orientales majestades. Ahora la brújula de la tradición ha cambiado de sentido su aguja.

A los andaluces se nos suelen escapar vivas las oportunidades pero a esta investigación bíblica hay que atarla en corto e ir promoviendo libros, reportajes y rutas que vayan guiando al personal de los posibles, o imposibles, rincones por donde merodearon estos reyes de Tarsis dibujados en los Salmos. Habrá que hacer de cara a futuras fechas navideñas una película, una serie, que termine de vender esa ventana semi-histórica que ha abierto el Papa, al que le debemos una. La de unos misteriosos magos procedentes de Andalucía la Baja, profetas en su generosidad, fe y perseverancia de las mejores cualidades que podemos exhibir como cliché de nuestro pueblo. Los informativos se hacían eco ya de las bromas surgidas en las redes porque tildar a los andaluces de vagos y graciosos es fácil.

Los Reyes vienen ahora de Occidente, del Sur de todos los sures. Una oportunidad en el best seller del momento que se puede convertir, con un poco de interés, en un filón. De leyendas más cutres han creado negocios en cualquier otra parte.