QUÉ quieren que les diga. Es un ritual ver el programa de la Defensora del Espectador y el Radioyente la primera semana de cada mes. Un rito recomendable. La próxima entrega tendrá lugar el 7 de abril. Y ya será Sábado Santo. Tiempo de puente vacacional y de numerosos desplazamientos. No es que vaya a mermar demasiado la ya de por sí mermada cuota de pantalla que logra la cita mensual con Elena Sánchez Caballero, siempre por debajo de ese renuente 2% que marca la barrera psicológica de lo que es más o menos visible o invisible en La 2.

Lo que vuelve a demostrar que la calidad casi nunca va ligada al seguimiento masivo. El RTVE responde es ese tipo de programas que si no existiesen habría que inventar. Al principio reclamamos una periodicidad semanal. Nos parecía muy poco la cadencia mensual. Once entregas al año con descanso estival. Pero ahora que nos hemos acostumbrado valoramos lo que tenemos.

A ese espectador que alza la voz porque a los niños inmigrantes que llegan en pateras a las costas del sur no se les pixelan los ojos como sí se hace con los nuestros, a lo que el subdirector del Telediario le contesta que si se trata de una noticia-denuncia de lo que se trata es de que suscite el máximo rechazo posible. A ese otro que le parece muy mal que en el magazine Gente María José Cantudo publicite una de las casas que ha puesto a la venta, y se les cuele sobreimpresionado el rótulo de la web donde se procede a dicha venta. O el presidente de los alfareros extremeños, que se siente perjudicado cuando en Las mañanas de La 1 una colaboradora habla mal de las cazuelas esmaltadas, en pro de las de gres. El ritual de la Defensora, siquiera una vez al mes, debe continuar en estos tiempos de recortes.

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