INSISTAMOS en la bondad de esas entidades que engrandecen el presente dándole lustre a lo mejor de su pasado. Y en este Betis, por siempre Real Betis Balompié, que tantos años caminó de espaldas a sus ancestros se ha tomado la excelente medida de reconocer a los hombres que fueron escribiendo su historia. Por esa forma de afrontar la vida, pasado mañana será homenajeado Rogelio Sosa Ramírez en su casa, en la casa de todos los béticos, que jamás hubo un solo futbolista del Betis que superara la calidez bética de este coriano que se llevó toda una vida cruzando a diario el puente de San Juan para darle al Betis sudores y conocimientos.

Amigo desde antes de aquel domingo de septiembre del 62 en que con sólo diecinueve años debutó en el primer equipo bético, estoy en condiciones de autenticar una vida genial en la yerba y mucho más genial en la calle. Y es que este coriano no tiene de caoba sólo su pierna izquierda, por lo que estupendamente hace el Betis en sacarlo a escena para que las generaciones que nunca lo vieron de corto y con botas de tacos puedan disfrutar de sus andares únicos así que emboque el círculo central y también gocen de la sutilidad de un pie zurdo que se especializó en goles olímpicos y en pases milimétricos a decenas de metros de distancia.

Recuerdo su debut frente al Real Madrid de Di Stéfano en una noche calurosa que registraría un hat trick de Puskas y alguna pincelada del neófito. También lo que Cádiz significó en su vida, ya que allí se consagró en un Trofeo Carranza de mucho levante y una gran sorpresa, la del Betis de Rogelio y de Louis Hon. Pero es que allí en Carranza fue donde este coriano irreductible le dijo adiós su camiseta verde, blanca y verde en febrero del 78. Después de aquello, Rogelio alternó su Coria del alma con su Betis querido y bueno, muy bueno, es que los que hoy manejan la barca se acuerden de uno de los que con mejor trazo escribieron la historia del Betis.